Acerca
de crisis económica, imperialismo y terrorismo
Por Ramiro Rojas
Ya son cuatro los años durante los cuales Europa y
Estados Unidos pasan por serias dificultades económicas y como ocurre
en las situaciones de trastornos financieros y de producción, o cuando
las grandes potencias olfatean que su estabilidad y privilegios se ven amenazados,
tratan de trasladar los problemas al resto del mundo imponiendo lesivas
medidas a los pueblos más débiles a la vez que, invocando
cualquier excusa, ya sea la lucha contra el terrorismo o bien la defensa
de los derechos humanos y de la democracia, incrementan toda clase de actividades
bélicas.
El 15 de mayo pasado la oficina europea de estadísticas, Eurostat,
informó que el producto interno bruto (PIB) de la Zona Euro se contrajo
en un 0.2 por ciento y que Francia, la segunda economía de ese bloque,
había entrado en recesión (siguiendo los pasos de España
que lo había hecho a finales de 2011 y de Italia en 2012) y que el
crecimiento de Alemania, la primera potencia, solamente llegó al
0.1% después de haber tenido una caída del 0.7% durante 2012.
Con ello se oficializaba la recesión más larga de la historia
de este conjunto de veintiséis países.
Pero en las últimas crisis, que se caracterizan por ser cada vez
más profundas y más lesivas para la población, surge
un elemento adicional que va adquiriendo gran importancia, y es el problema
que presenta la escasez de oportunidades rentables para los inmensos recursos
que han acumulado los países capitalistas. Cuando Lenin desarrolla
la teoría marxista para los tiempos de los monopolios, a la cual
denominó con exactitud como imperialismo, caracteriza a éste
por la hegemonía que el capital financiero impondrá en el
mundo. Francisco Mosquera precisa la nueva forma usada por los países
imperialistas para expoliar al resto de las naciones cuando dice: “Se
trata del neocolonialismo, como insistimos en denominarlo con la finalidad
de distinguirlo. Es el desvalijamiento moderno que no precisa de virreinatos
o protectorados de ninguna especie para llevar a feliz término la
labor depredadora. Aun cuando eche mano de los cuartelazos, las invasiones
y las tomas territoriales, dentro de su inclinación natural a esgrimir
escuetamente la represión siempre que sea indispensable, tolera la
independencia política, la república y los gobiernos elegidos
por sufragio, pues sus ganancias espectaculares y especulativas, inherentes
al capitalismo monopólico, estriban antes que nada en la exportación
de capitales desde los centros desarrollados a la periferia relegada. Mediante
las inversiones directas y los empréstitos los países pudientes
despojan a los menesterosos de los recursos naturales, acaparan sus mercados,
inspeccionan y reglamentan sus economías”. (Francisco
Mosquera, Unámonos contra la amenaza principal. Resistencia civil,
pág. 126).
En la época moderna las naciones desarrolladas, además de
sufrir la tradicional recesión que se da cuando debido a la superproducción
no encuentran compradores suficientes para las mercancías (ahora
provenientes éstas en cantidades astronómicas especialmente
de China y otros países asiáticos), perciben cómo a
sus pulpos financieros, que han acumulado inmensas cantidades de capital,
se les hace cada vez más difícil hallar en todo el planeta
nichos dónde colocarlos, para así obtener los réditos
acostumbrados. Y aunque una parte de esos caudales sobrantes los sitúan
en algunas economías subdesarrolladas, las cuales ofrecen ventajas
sin límite a la inversión extranjera especialmente para explotar
los recursos naturales, no es suficiente para copar la inmensa capacidad
de que disponen. De paso, vale la pena decir que ese desplazamiento de la
inversión unido al auge de la demanda de China e India de productos
minerales, termina por crear una falsa sensación de desarrollo en
esos países del Tercer Mundo (o “emergentes” como los
llaman hoy en día) tal como ocurre, por ejemplo, con Chile, Perú
y Colombia. Ilusorias cifras de crecimiento que se esfumarán en corto
tiempo y que en realidad solo engordaron las arcas de los monopolios extranjeros
del petróleo, del cobre, del oro, del acero, del níquel y
del carbón.
Llega entonces un momento en que los gobiernos y las instituciones oficiales
se encuentran sin recursos, pues por la recesión el recaudo de impuestos
baja considerablemente, en tanto que las entidades bancarias ven con desazón
cómo la cartera morosa crece a pasos agigantados ante la incapacidad
de los clientes para cancelar sus deudas puesto que sus ingresos han disminuido,
los de los empresarios porque las ventas se han reducido y los de la población
en general porque han perdido su empleo. La baja de los intereses se convierte
pues, para los bancos centrales tanto en los países altamente desarrollados
como en los del Tercer Mundo, en una medida perentoria para la subsistencia,
así sea temporal, de los aparatos económicos de unos Estados
sumidos en peligrosos abismos deficitarios.
El origen del traumatismo financiero gubernamental se encuentra en que el
capitalismo le ha impuesto a sus Estados una serie de tareas que cada vez
son más onerosas. Además de la principal de darles seguridad
contra adversarios internos y externos, lo que conlleva unos gastos enormes
en cuanto a ejércitos, policías, armamento y organismos de
inteligencia, deben estructurar una eficiente red de poder a través
de los órganos ejecutivo, legislativo y judicial. Asimismo, corresponde
a los gobiernos encargarse de que las mercancías circulen sin tropiezos
tanto dentro como fuera de sus fronteras, para lo cual se requiere de una
buena red de puertos y vías de comunicación amén de
una extensa organización aduanera. Además, deben subsidiar
ciertas ramas de la producción consideradas vitales, especialmente
la agricultura por encontrarse ésta dentro del rango de la seguridad
nacional.
Por otra parte, con el fin de conservar sus prebendas y anticipar amenazas
los países imperialistas han creado sofisticadas instituciones de
inteligencia y espionaje. Tal es el caso, por ejemplo, de Estados Unidos,
cuya Central Americana de Inteligencia (CIA) se encarga de espiar y eliminar
posibles enemigos por todo el orbe, o de la Agencia de Seguridad Nacional
(NSA), envuelta en estos días en un fenomenal escándalo por
interceptar las comunicaciones inclusive de gobiernos aliados, unos tan
poderosos como el Reino Unido y Alemania y otros no tan poderosos como Chile
y Colombia. Asimismo, en el campo internacional los imperialismos deben
sostener costosísimas organizaciones a las cuales le compete velar
porque los negocios no se salgan de madre, se observen las reglas y se amortigüen
las diferencias políticas dentro de la feroz batalla por los mercados,
o que les sirva ya para defenderse o ya para agredir e invadir a otros conservando
ciertos visos de legalidad. A esas necesidades responden entre otros el
Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI), las Naciones
Unidas (ONU), la Organización Mundial del Comercio (OMC) y la Organización
del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Pero son muchos más los gastos que cubren los Estados para beneficio
de la clase capitalista. Le corresponde a las autoridades gubernamentales
asegurarse de que el ejército de obreros de reserva y sus familias
(es decir, los desempleados y aquellos que sobreviven con actividades de
rebusque) cuenten con unas condiciones mínimas de subsistencia y
que, en general, la población más pobre pueda acceder a educación,
salud, vivienda e inclusive a subsidios de desempleo y a una pensión
en su vejez, así estos servicios se brinden en condiciones bastante
precarias y hasta humillantes.
Al presentarse la recesión en un país, las
entradas tributarias se reducen considerablemente, viéndose los gobernantes
en la necesidad imperiosa de endeudarse, especialmente con entidades extranjeras,
para cumplir las onerosas tareas que le acomodaron los dueños del
capital. Cuando la incapacidad para pagar los créditos es bastante
notoria, los pulpos financieros dan la voz de alerta, induciendo a los poderosos
organismos supranacionales a actuar.
Cuando Grecia, una de las naciones menos desarrolladas de Europa entró
en crisis, la denominada “troika” compuesta por la Unión
Europea (UE), el Banco Central de la Eurozona (BCE) y el Fondo Monetario
Internacional (FMI) empezaron a aplicar su política anticrisis, consistente
en otorgar cuantiosos créditos, eufemísticamente llamados
“de rescate” o “de salvamento”, tanto a los gobiernos
para que superen los déficits de sus presupuestos como al sistema
bancario que se encuentra al borde del colapso. Grecia fue la primera de
una lista que seguiría con Chipre, Portugal, Irlanda, Holanda, España
e Italia a medida que se iban declarando en bancarrota. Pero esos créditos
vienen acompañados de recomendaciones y exigencias, caracterizadas
todas porque van dirigidas a disminuir los salarios y demás prestaciones
sociales, a aumentar las cargas tributarias y a restringir los gastos del
Estado y el consumo de los hogares. Se presentan entonces las multitudinarias
manifestaciones para protestar contra las medidas draconianas tomadas por
los gobiernos, protestas que son reprimidas sangrientamente. Al final, el
sistema austero sólo deja millones de personas hundidas en la miseria,
sin “asistencia social” por parte del Estado, sin empleo, despojados
de sus viviendas y de sus enseres, e inclusive obligados muchos de ellos
al suicidio al perder toda esperanza. (1)
Sin embargo, esas medidas extremas cada vez dan menos resultado. Después
de varios años de estar imponiéndolas a los países
que atraviesan el período de recesión, el Fondo Monetario
Internacional termina por reconocer que dichos procedimientos no son suficientes
para superar la crisis y llega incluso a insinuar a los gobiernos que abandonen
la austeridad si quieren reactivar sus economías. Así lo dejó
consignado el 6 de junio de este año al asegurar sobre el caso de
Grecia que “a raíz del plan de rescate de 2010, que se renovó
en el 2012 al quedarse corto el primero, la economía helena se enfrentó
a una recesión mucho más profunda de lo previsto, con un desempleo
excepcionalmente alto". (3 nota) Caso similar ya se había presentado
en 1997 cuando ese organismo internacional intervino en la crisis de los
que llamaron “Tigres Asiáticos” con las exigencias de
estrictas medidas de ajuste a cambio del “rescate” y donde solo
lograron que los problemas económicos se ahondaran agudizando aun
más la recesión en Tailandia e Indonesia.
Pero la debacle no solo se circunscribe al Viejo Continente. La economía
norteamericana continúa mostrando preocupantes signos de estancamiento
y el desempleo sigue en un 7.6%, y con él, la pobreza y la indigencia
en la potencia más grande del globo. En un estudio realizado por
las autoridades de Nueva York y divulgado el 23 de abril último se
señala que, en la considerada como la capital financiera del mundo,
el 46 por ciento de la población está bajo el umbral de la
pobreza, situación más grave cuando quienes ganan un poco
más de la mitad del índice que mide a ésta, no califican
dentro del grupo que recibe cupones para comprar alimentos, ni podrán
beneficiarse de otro tipo de ayudas gubernamentales. Esto, gracias a los
recortes presupuestales y a la austeridad en el gasto público que
ha implantado el gobierno de Obama, asediado por un incontrolable déficit
y un monto de la deuda gubernamental que rebasó los topes autorizados
por el Congreso norteamericano. Al mismo tiempo y buscando aumentar el empleo,
Estados Unidos trata de convencer a sus grandes empresas para que vuelvan
a montar las fábricas dentro del país, especialmente de aquellas
que instalaron sus plantas en Asia, mientras la máxima autoridad
monetaria estadounidense, la Federal Reserve System (FED), mantiene por
cuarto año la tasa de interés en 0.25% y prolonga la compra
de bonos de deuda pública hasta el 2014. Pero no sólo han
tomado estas medidas. De muchas maneras el imperio viene gestando conflictos
por todo el planeta, mientras hace grandes esfuerzos para salirse de los
infiernos que creara en Irak y Afganistán once años atrás.
El guerrerismo de las potencias occidentales y el terrorismo
A la par con los comunicados sobre la debacle económica
que padecen las naciones imperialistas occidentales, los medios de comunicación
se ven atiborrados con los despachos que les envían las agencias
de noticias internacionales sobre atentados terroristas y el recrudecimiento
de los conflictos bélicos, especialmente en Asia y África.
Lo cierto es que, ante la catastrófica situación que enfrentan,
y en su afán por superar un ciclo recesivo que se prolonga más
de lo estimado, Estados Unidos junto con las potencias europeas han decidido
que es indispensable esgrimir la represión y no sólo han recurrido
a socavar las débiles economías de sus vecinos, sino que avivan
las revueltas en el mundo árabe, agudizan las tirantes relaciones
de las dos Coreas, envían tropas a las repúblicas africanas
y enfilan todos sus esfuerzos para crear las condiciones propicias que les
permitan invadir ya sea a Irán, a Corea del Norte o a Siria, tal
como lo hicieran hace once años con Irak y Afganistán. Así,
se han dedicado a propagar el infundio del uso de armas químicas
por parte del régimen sirio de Bashar Al Assad a la vez que se empeñan
en acorralar a Irán y Corea del Norte escudados en la supuesta posesión
de bombas nucleares por parte de esa dos naciones. Todo ello con el fin
primordial de asegurar el control de las materias primas, especialmente
el petróleo y el ahora estrella de los minerales dado el extraordinario
desarrollo de la tecnología de las comunicaciones, el coltán,
a la vez que obtendrán grandes beneficios al poner en funcionamiento
uno de los mayores negocios mundiales, el de las armas y todo lo que conlleva
una economía de guerra. Según los datos divulgados el 18 de
marzo de 2013 por el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI),
el volumen de armas transferidas en el quinquenio 2008-2012 comparado con
el período 2003-2007, aumentó en un 17 por ciento, siendo
los cinco mayores exportadores Estados Unidos con el 30%, Rusia con el 26%,
Alemania el 7%, Francia el 6% y China, que superó al Reino Unido
por primera vez, con el 5%. Cabe destacar del informe que Alemania, que
desbancó a Francia del tercer puesto, incrementó sus ventas
en un 37%, siendo Grecia, la arruinada Grecia, el principal destinatario
del armamento alemán. No deja de ser significativo el hecho de que
el Reino Unido, desplazado de los cinco primeros lugares de este exclusivo
club, y según el despacho noticioso de la Agencia Francesa AFP del
pasado 18 de julio, exporte material militar a países a quienes ellos
tienen registrados en sus “listas negras”, es decir los que
considera como regímenes autoritarios y que practican la tortura
y la represión. Entre los países que aparecen en la “lista
negra” y a los cuales suministra armas aparecen, entre otros, China,
Irán, Vietnam, Yemen, Sri Lanka, e inclusive Siria, donde no sólo
proporciona armamento a los grupos rebeldes sino también al gobierno
de Bashar Al Assad, al mismo que desde hace varias semanas viene acusando
de usar armas químicas contra los insurgentes. Por otra parte y pese
a la escasez de recursos para atender las necesidades de sus ciudadanos,
la Unión Europea no duda en aceptar la dirección de las tropas
de la ONU que intervienen en la guerra interna que se desarrolla en Malí;
Francia envía soldados y bombardea a los rebeldes; Londres ofrece
enviar 200 militares, y la empobrecida España hace presencia en ese
país africano con 47 militares encargados de adiestrar las fuerzas
nativas de un débil gobierno que lucha contra las fuerzas islamistas.
A lo anterior se añaden las declaraciones dadas por los gobiernos
de Estados Unidos y de los miembros de la Comunidad Europea (CE) de estar
dispuestos a intervenir con armas y tropas en el conflicto interno de Siria
a favor de los insurgentes. No deja de ser paradójico que lo anterior
se dé al mismo tiempo que la CE autorice a sus miembros comprar petróleo
al gobierno sirio.
Un rápido vistazo a las noticias de los siete primeros meses del
año, y sin que éstas correspondan a un período excepcional
y más bien refleje algo que viene ocurriendo desde hace algún
tiempo, nos ilustra acerca de la cada vez mayor injerencia de los países
imperialistas en los destinos de los otros pueblos y sobre la proliferación
de los atentados terroristas. Eso y nada más es lo que observamos
en los recuadros adjuntos “El
guerrerismo de las potencias occidentales en 2013” y “El
terrorismo en el mundo durante 2013”, pese a la campaña
que iniciaran y proclamaran con tanto bombo después de los execrables
atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York en septiembre de 2001.
La experiencia que dejara a la humanidad las invasiones a Irak y a Afganistán,
si bien éstas produjeron un alivio temporal a la crisis económica
que padecía Estados Unidos por esa época, es que la lucha
contra el terrorismo no pasó de ser un pretexto para iniciar las
incursiones depredadoras contra esas dos naciones, montada sobre mentiras
e inclusive utilizando métodos criminales como el asesinato y la
tortura. La guerra contra Irak se convirtió en una valiosa fuente
de negocios para los países invasores, especialmente para los norteamericanos
y entre estos para Bush y el círculo más cercano de colaboradores
de su gobierno. Y los terroristas siguen ahí, sembrando muerte y
destrucción sin cuento, cualquiera que sea su motivación,
mientras los imperialistas, utilizando mejores y más sofisticadas
armas, llenan de luto pueblos y naciones, a la vez que logran jugosas ganancias.
No existe justificación alguna para que ejércitos extranjeros
se entrometan en los problemas y luchas de un Estado. Así nos lo
inculcó Francisco Mosquera cuando Estados Unidos invadió a
Granada pretextando que intervenía para salvarlo del yugo del socialimperialismo:
“No por exiguos e indefensos, los granadinos son menos dignos
de darse la forma de república que a bien tengan y sin intromisiones
de ninguna índole, al igual que cualquier otro pueblo respetable
del planeta. Esta posición nuestra obedece al arraigado criterio
internacionalista de que la unidad de las masas trabajadoras de todas las
latitudes, tan imprescindible para el buen suceso de la revolución
mundial, únicamente cristalizará sobre la base de la plena
vigencia de la autodeterminación de las naciones, al margen incluso
de los regímenes sociales en ellas imperantes…”
(Francisco Mosquera:
¿Qué puso al descubierto Granada? Resistencia civil, pág.
139).
Principio sobre el que insistió en numerosas ocasiones y que clarifica
mucho más al afirmar:
“(…) ignoran que el marxismo-leninismo señala, con
claridad meridiana, que los deberes internacionalistas presuponen el escrupuloso
respeto de los derechos de los pueblos a darse la forma de gobierno que
a bien tengan”. (Francisco
Mosquera, Los misterios de la política internacional. Resistencia
civil, págs. 57 – 58).
Aunque el momento crítico actual sea superado antes de dos años
por parte de los países más industrializados de Occidente
y un relativo bienestar vuelva a las naciones más golpeadas, las
leyes del capitalismo nos dicen que los períodos de recesión
se repetirán, pero que cada vez lo harán más seguido
y que causarán inevitablemente más daños y desgracias
a las masas populares. Las enseñanzas que los pueblos del Tercer
Mundo deben sacar de la presente crisis se centran en la necesidad de combatir
al imperialismo, monstruo real y depredador que avasalla naciones, se apropia
de los recursos naturales, exprime el sudor y la sangre del proletariado
mundial y, así esgrima las banderas de la lucha contra el terrorismo
y en defensa de la democracia, no renuncia a invadir a las otras naciones,
a bombardear hospitales, escuelas y mercados públicos; a perseguir,
asesinar y torturar a sus enemigos; a derrocar gobiernos que no lo complace
y, en fin, a pasar por encima de todas aquellas normas y derechos humanos
que tanto dice defender.
Por todo ello, a los obreros, a los campesinos, a los intelectuales y en
general a las masas populares de los países del Tercer Mundo no les
queda otro camino que levantarse contra la intromisión extranjera
y combatir por el control de sus recursos naturales y el desarrollo autónomo
de su mercado interior. La salvación y el bienestar de los pueblos
empiezan cuando logren la soberanía económica de sus naciones.
Notas
(1) 2013 01 26 - En España más de 200 intentos de suicidio
diarios debido a la crisis
2013 05 06 - Se suicida cuando iba a ser desalojado de su vivienda
2013 05 21 - Suicidios aumentaron en Grecia un 26 % en 2011