El fogonero

Tribuna Roja No. 20 marzo de 1976


13 aniversario de la masacre de Santa Bárbara:

Honremos a los mártires del pueblo

A las 10 de la mañana empezó a pitar la sirena de la fábrica. Paulatinamente las actividades de la factoría fueron deteniéndose. Al cabo de un rato, sólo se escuchaba el pesado ronroneo de los hornos giratorios del Klinker. La masa de trabajadores comenzó a congregarse en uno de los patios de la empresa. En medio de un impresionante silencio se inició un mitin de quince minutos. Sólo se trataba de cualquier clase de mitin para los obreros de la fábrica de Cementos El Cairo, de Santa Bárbara Antioquia), ese lunes 23 de febrero de 1976.
Por su memoria comenzaban a desfilar, dolorosas y nítidas, las escenas de heroísmo y angustia, rabia y lágrimas acaecidas 13 años atrás, el sábado 23 de febrero de 1963, cuando 13 personas, entre obreros y gentes humildes del pueblo cayeron asesinadas, y decenas más gravemente heridas bajo la lluvia de balas disparadas a mansalva por el ejército.

“Hay que sacar el cemento cueste lo que cueste”

Desde hacia algunos días, el sindicato había declarado la huelga en vista de las negativas de la empresa a resolver sus justas demandas. Sin embargo, el movimiento se desarrollaba dentro de condiciones de absoluta normalidad. Los obreros fueron muy enfáticos, eso sí, en advertir que no permitirían sacar las existencias de cemento de la fábrica, ya que ello equivaldría al debilitamiento total de la huelga. Otra cosa pensaba el entonces gobernador de Antioquia, Fernando Gómez Martínez cuando ordenó: “hay que sacar el cemento por encima de los cadáveres que sea”. Luis Sierra, por aquella época presidente del sindicato, lo recuerda así: “nosotros esperábamos el arreglo con la empresa, a través del Ministerio de Trabajo y de Fedeta, para el lunes siguiente.
Por eso nos extrañó la presencia de tropa y la movilización de volquetas y soldados. Conversando en el transcurso del día con el coronel Valencia Paredes, así se lo manifesté. Eso dicen, me contestó, pero yo tengo una orden y es sacar el cemento cueste lo que cueste.

“La matanza estaba preparada de antemano”

Se abrió entonces un tenso compás de espera. A las cinco de la tarde, las volquetas repletas de cemento y soldados trataron de forzar la salida, frente a la carpa de los huelguistas.
Los obreros, entonces, se apostaron como un solo hombre para impedirlo. Súbitamente, se oyó la chillona voz del coronel al mando que ordenaba abrir fuego, sin mediar advertencia alguna. “Al principio todos creímos que eran balas de fogueo –narra Gonzalo Alvarez, directivo del sindicato- . Pero al momento, cuando vimos caer a nuestros compañeros muertos o heridos, a nadie le quedó duda de que la matanza iba en serio y que estaba preparada de antemano”.
Las ametralladoras y los fusiles disparaban sobre todo lo que se moviera. Mientras un grupo descargaba contra los obreros ubicados en la carretera, otro lo hacía contra el hospital, desde cuyas ventanas algunos médicos tomaban fotografías. Arriba de un barranco, gentes pobres de Santa Bárbara contemplaban horrorizadas la masacre. Segundos después, la enloquecida soldadesca apuntaría también contra ellas, hiriendo a decenas.

María Edilma Zapata: 10 años de edad.

Las víctimas del genocidio no fueron ciertamente escogidas. La casa de uno de los huelguistas, convertida en sede sindical, fue inundada con gases lacrimógenos, provocando la salida apresurada de la pequeña hija del dueño, María Edilma Zapata. Cuando, aterrorizada y medio asfixiada intentó cruzar la calle para buscar refugio en una vivienda vecina, una bala segó su vida.
Los obreros, protegiéndose de los gases con toallas mojadas, se defendieron bravamente con piedras, palos y cuanto objeto encontraban a mano en el desigual combate. Después de más de media hora de balacera, quedaron las víctimas en el piso: Rafael González, Pastor Cardona, Israel Vélez, Rubén Pérez, y nueve personas más, incluida Mario Edilma Zapata. Al anochecer, las hordas uniformadas allanaron los hogares de los trabajadores y detuvieron a centenares de compañeros. Lo único que no pudieron detener fue la moral de los proletarios.

13 años después: una conmemoración combativa

El 21, 22 y 23 de febrero pasados tuvieron lugar en Santa Bárbara diversos actos de homenaje a los mártires del pueblo. El sábado 21 se presentó el grupo “Pequeño Teatro” de Medellín con una obra de Jairo Aníbal Niño en la que se reconstruyen los hechos de la masacre. El domingo 22 se realizó la tradicional marcha conmemorativa, que estuvo presidida por el sindicato de Cementos El Cairo. Se hicieron presentes, además numerosos sindicatos independientes y centenares de habitantes de municipio. El Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario MOIR también se unió, portando pancartas de pelea. Los manifestantes se concentraron frente al monumento erigido en honor de los caídos. Allí intervinieron los compañeros Joaquín Emilio Ospina y Otoniel Martínez, presidente y vicepresidente, respectivamente, el sindicato de Cementos El Cairo. Los dos oradores manifestaron la voluntad de los trabajadores de honrar la memoria de los compañeros asesinados, continuando la lucha por la unidad de la clase obrera contra el imperialismo yanqui y sus lacayos, contra las camarillas vende–obreras de UTC y CTC y por el respeto a la democracia sindical. Más de mil personas refrendaron con su asistencia el ánimo combativo y unitario de la manifestación.
Los eventos de conmemoración finalizaron con el paro y mitin de quince minutos el lunes 23 en la factoría, durante el cual un obrero expresó: “Sepan ustedes que cada hombre de El Cairo es un soldado que estará dispuesto a ocupar su lugar cuando estalle la incontenible rebeldía del pueblo”.

Palabras de Emilio Ospina, presidente del Sindicato de Cementos El Cairo

Los soldados que en la tarde del 23 de febrero de 1963 la emprendieron contra los huelguistas de Cementos El Cairo tenían una orden: matar! Descargaron los golpes en los cuerpos inertes y en las puertas y ventanas desguarnecidas. Vaciaron los proveedores de sus armas sobre los hombres, mujeres y niños caídos en la carretera. Dejaron el campo cubierto de muertos y heridos y del dolor y la ira de la clase obrera. La masacre de Santa Bárbara es unos de los genocidios más horrendos de la historia reciente del país. Macabro testimonio de la naturaleza criminal y sanguinaria de las clases antinacionales y antipopulares que no se detienen ante ningún delito con tal de aumentar sus exorbitantes ganancias. Pero los luctuosos acontecimientos de aquel día han quedado grabados de manera imborrable en la memoria de todos los trabajadores de Colombia, como una lección inolvidable acerca de la especie de enemigo despiadado al que se deben enfrentar y de los métodos inescrupulosos a los que éste recurre. Desde esa fecha, aniversario tras aniversario, los Cementeros El Cairo, frente al monumento que ellos mismos erigieron, rememoran el ejemplo heroico de sus compañeros sacrificados, para redoblar su dedicación a la causa obrera, renovar su resolución de demoler las estructuras de la opresión y la miseria y en su lugar construir un mundo nuevo y propio, lleno de felicidad y prosperidad.
Este año, la conmemoración del 23 de febrero halló a los compañeros de El Cairo afrontando con valor y dignidad muy diversos problemas y entregados a una intensa discusión interna sobre las candentes cuestiones de la unidad sindical y revolucionaria. A la cabeza de este proceso se encuentra el compañero Emilio Ospina, presidente del sindicato de Trabajadores de El Cairo, con quien TRIBUNA ROJA tuvo oportunidad de conversar.
Inicialmente nos dijo: “Esta fecha del 23 de febrero, en particular a los obreros de El Cairo les partió su historia, porque marcó un viraje en el desarrollo sindical, pues como muchas otras organizaciones, la nuestra tuvo formación y crecimiento en momentos difíciles, en 1946, bajo orientaciones de la UTC. Con el tiempo la patronal comprendió que el despertar del interés unitario entre los obreros era irreversible y por ello acudió a las armas en ese 1963 para acallar sus voces. Por tanto, para nosotros, uno de los significados más profundos de este día es mantener viva la voz de los obreros que dieron su vida, y mantenerla no con un sentimiento romántico sino porque su sangre abonó la lucha de nuestro sindicato, fortaleció el nivel político de los trabajadores, y podemos decir que a partir de esa fecha, nuestra organización ha estado más compacta más unida”. A continuación señaló “el deseo de los cementeros de El Cairo de convertir el 23 de febrero en bandera de lucha revolucionaria para los otros sectores, para los campesinos y estudiantes de la región: en una bandera de lucha que sirva cada año para dar un paso más en el camino de la unidad y hacia el futuro de la revolución colombiana”.

Cualificación de la lucha

Refiriéndose al aniversario de este año, el dirigente obrero indicó que se desarrolló con la idea central de “mejorar los métodos de lucha, de mantener firme el respeto a la democracia sindical que creemos ha sido pisoteada en los últimos días en nuestras organizaciones sindicales superiores. Vamos entonces a corregir algunos errores internos que poseemos y de los cuales, pensamos, saldremos bien librados si persiste la unidad que hasta ahora hemos mantenido”.
Luego de manifestar que “hemos observado casi un relevo total de las fuerzas que nos han venido acompañado en los varios aniversarios”, el presidente del sindicato afirmó que “con el transcurso de los años se ha ido cualificando el personal que viene verdaderamente junto con nosotros a elevar una protesta, a conmemorar un día que pertenece al proletariado entero. Es muy significativo para nosotros ver a nuestro lado organizaciones campesinas y obreras en las cuales, realmente no hemos militado pero a las que respetamos por sus luchas, por su trabajo, por el desarrollo revolucionario de la clase”.

Contra el gobierno y el oportunismo

Mencionando el reciente conflicto huelguístico de los cementeros de 1975, el compañero Emilio Ospina apuntó que “el movimiento cementero ha gozado siempre del derecho de poder presentarse en las luchas contra la patronal y el gobierno en una forma unificada a nivel nacional. Los cementeros, aunque no hayamos estado organizados todo el tiempo en un sindicato de industria, siempre hemos luchado –después de 1963– en unidad de acción y en coordinación de pliegos. La experiencia de la huelga pasada y los problemas surgidos durante el transcurso pueden concretarse en que los obreros de El Cairo, debido al desarrollo del movimiento sindical y su cambio de estructura, fijamos, ante nuestras centrales, la posición de que un sindicato industrial debe corresponder al avance consciente de los trabajadores de las diferentes empresas que la conforman, y no deben ser una organización simplemente limitada al crecimiento de un centralismo burocrático ni llegar, como lo temíamos, a pisotear la democracia sindical defendida por nosotros en el caso que nos ocupa”. Sobre este punto, el compañero Ospina tuvo ocasión de exteriorizar su pensamiento en la concentración proletaria realizada en Santa Bárbara. Dijo que si Fedeta, Fenaltraconcem, Sutimac y CSTC, no esclarecían sus acusaciones, los obreros de El Cairo “sí van a precisar a quiénes les faltó coraje para enfrentar la política demagógica del gobierno del Frente Nacional o del gobierno del señor López Michelsen, el demagogo que nos embaucó por intermedio de la Ministra del Trabajo”. Y concluyó: “ellos creyeron mansamente que por haber sido López del MRL las luchas iban a ser distintas a nivel del proletariado. Que habría tribunales, que no habría necesidad de organizarse”. Finalizó su discurso corroborando su posición y aseguró que “a los obreros de El Cairo, a quienes no les ha faltado valor en las otras huelgas para enfrentar a la patronal, no les faltará valor para enfrentar nuevamente a la patronal, al gobierno y a los oportunistas que se han apoderado de las direcciones nuestras a nivel nacional”.

"Haremos respetar la democracia sindical"

El conocido dirigente aseveró asimismo que “daremos la pelea, no para dañar la unidad del movimiento cementero, como uno pocos dicen, sino para elevar la discusión, para sacarla del pantano donde la tienen algunos dirigentes nacionales y si nos es posible permanecer en el sindicato de industria, que es nuestro mayor deseo, continuaremos haciendo respetar la democracia sindical y convertiremos estos organismos en organismos de lucha y no en puestos burocráticos. A esta tarea estamos dedicados los trabajadores del cemento. Y los de El Cairo en particular estamos dispuestos a ello con la ayuda del movimiento obrero”.
Haciendo énfasis en el carácter revolucionario del aniversario de la masacre, el compañero Emilio Ospina anotó: “el gobierno ha reprimido al campesinado, al estudiantado, al movimiento obrero. Pero hoy hemos demostrado que es fácil derrotar el Estado de Sitio y esto políticamente es importantísimo para la clase obrera, porque no nos vamos a dejar amedrentar por los decretos represivos de la oligarquía y seguiremos venciéndolo por más policías que interpongan y lancen contra el pueblo”.


 
 
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