El fogonero

A MYRIAM

No deseo que pasen las mañanas,
ni los dejos del son del mediodía;
que la tarde no pierda su ambrosía
ni la noche sus lámparas lejanas.

No quiero que se vaya el tiempo, el día
sin repasar tus páginas lozanas.
Coger y amar tus cosas más livianas
hasta oírte, “¡no más!”, ... y todavía.

Hallé tu alacridad en el sendero
en que puse la huella de mi zarpa
sin saber que ganábame un lucero.

Tendí siempre mi plectro entre tu arpa.
Todo lo quise en el azul postrero.
y erigí en la montaña nuestra carpa.

 

Francisco Mosquera. Bogotá, octubre 20 de 1992


Bogotá, agosto 1 de 1999