El fogonero

Enfrentemos al imperialismo en apoyo al pueblo serbio

Los criminales bombardeos sobre Serbia que desde hace más de un mes llevan a cabo países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, son sólo un reflejo de la situación que vive el mundo hoy en día. Las naciones altamente industrializadas, con Estados Unidos a la cabeza, arrasan a los países atrasados, pretextando cualquier motivo, no importa cuán débil sea. El inmenso poder bélico que esgrimen se convierte en el más contundente y definitivo argumento.
A principios del presente decenio Estados Unidos y las potencias europeas, utilizando todos los medios de comunicación a su alcance, la emprendieron contra los serbios, propagando una serie de infundios y comparando al presidente, Slodoban Milosevik, con Hitler, y señalándolo como uno de los hombres más “siniestros del mundo” y como un “exterminador de pueblos”. A raíz de la guerra de Bosnia, en 1992, dice Peter Handke en su libro Un viaje de invierno por los ríos Danubio, Save, Moravia y Drina o justicia para Serbia, en forma por demás valerosa y como única voz que se alzaba en favor de la nación vilipendiada por la prensa europea: “... el pueblo de los serbios, casi nunca un pueblo de autores de crímenes, o que fuera el primero en cometerlos, había contraído gravísimas culpas, se había convertido en algo así como un pueblo de Caín.” Y más adelante: “Del mismo modo que entiendo también -aunque no tan bien- que tantas revistas internacionales, desde el Time hasta el Nouvel Observateur, para vender la guerra a sus clientes, pongan a los serbios, sin perder ocasión, en letras gruesas como los malos de la película y a los musulmanes como, en líneas generales, los buenos”. Con semejantes patrañas sobre la defensa de los derechos humanitarios, las potencias imperialistas de Occidente pretenden justificar las intervenciones militares en la estratégica región de los Balcanes. Así, entre 1992 y 1993 Serbia es expulsada de la Organización de las Naciones Unidas, del Fondo Monetario Internacional, de la Organización Mundial de la Salud y del Acuerdo General del Comercio, Gatt, al mismo tiempo que las fuerzas de la ONU invadían a Croacia. Ahora, con las armas de la OTAN, atropellan la soberanía de un Estado independiente, pasando por alto las normas de la misma Alianza, que sólo contempla la posibilidad de intervenir cuando uno de sus miembros ha sido invadido, algo que nada tiene que ver con el presente caso, pues Yugoslavia, y por lo tanto mucho menos la provincia kosovar, hacen parte de la OTAN. Asimismo, le brindan su apoyo al Ejército de Liberación de Kosovo, un pequeño grupo guerrillero extraño a la población y que es aupado por el gobierno de Albania.
El presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, ha afirmado que los ataques a Yugoslavia solamente terminarán cuando los serbios acepten incondicionalmente el acuerdo de Rambouillet, es decir, conceder, autonomía a Kosovo y permitir la presencia de tropas extranjeras en su territorio. Mientras tanto, la acometida aérea arrecia, destruyendo trenes, puentes, edificios y fábricas, incursiones que han causado numerosas víctimas civiles. Inclusive han masacrado columnas de desplazados albano-kosovares, precisamente a quienes pretenden “salvar” de los yugoslavos.
La época actual se caracteriza por la imposición hegemónica del sistema imperialista, tanto en el campo económico como en el político y en el militar. Las ganancias empresariales en los Estados Unidos crecen desaforadamente y se ha vuelto noticia de todos los días las fusiones que se dan entre los grandes monopolios. Pero mientras las arcas de los conglomerados transnacionales se hinchan sin cesar y la economía norteamericana muestra una fortaleza inigualable en sus dos siglos largos de existencia, los países del Tercer Mundo sufren severas crisis. El fraude de los llamados “tigres asiáticos” quedó al descubierto y se derrumbó lo que tanto se promocionaba como la vía más indicada para salir del atraso. Pero no sólo se han visto afectados los subdesarrollados, sino que inclusive naciones industrializadas como Japón y Rusia caen postradas ante la acometida de la apertura o internacionalización de la economía. La afirmación del presidente del Banco Mundial, el 23 de abril último, es bastante elocuente: “Los países pobres del mundo se están empobreciendo aún más (...) El número de personas que viven con menos de un dólar por día ha aumentado en términos reales”.
El 23 de abril, mientras se conmemoraba los cincuenta años de la OTAN, y treinta días después de haberse iniciado los ataques aéreos sobre Yugoslavia, Clinton, tras considerar “la batalla de Kosovo” como una cuestión de honor y como algo “decisivo para Europa” termina por desenmascararse y revelar su más íntimo deseo, enviar tropas terrestres a Yugoslavia.
Pero el imperialismo ha subestimado a un pueblo que desde el medioevo viene enfrentando aguerridamente innumerables agresiones externas. La historia de los eslavos, donde se revela un profundo sentimiento de libertad, está llena de ejemplos de sacrificios y actos heroicos, lo cual les ha permitido, durante más de cinco siglos enfrentar y derrotar tras prolongadas luchas a los imperios turco y austro-húngaro, epopeya bellamente narrada por Ivo Andric en su obra Un puente sobre el Drina. Serbia y Montenegro, después de vencer, a mediados del siglo XIX a Turquía, se constituyeron, en 1878, como estados independientes.
En 1914, para oponerse a la unidad de las naciones balcánicas, el mayor anhelo de los sectores eslavos patrióticos y progresistas, Alemania y el imperio austrohúngaro utilizaron como excusa el atentado contra el archiduque Francisco Fernando, en Sarajevo, para invadir a Serbia, acto que diera inicio a la Primera Guerra Mundial. Años más tarde, durante la Segunda Guerra, los serbios, bajo la dirección de Josip Broz, Tito, contribuyeron a derrotar el poderío nazi, y, por fin, en enero de 1946, se pudo proclamar la República Federal de Yugoslavia, compuesta por Serbia, Croacia, Eslovenia, Bosnia, Herzegovina, Macedonia y Montenegro.
Hoy, con la desaparición del llamado bloque socialista, la arrogancia del imperio se hace sentir en todos los rincones del planeta. La suerte de Yugoslavia no es ajena a la de Colombia y demás países. La crisis que atraviesa nuestra patria, una de las peores de su historia y que ha llevado a la ruina a los productores nacionales y hundido en la miseria al grueso de la población, se nutre en las mismas raíces: la arremetida del gigante del Norte que busca imponer sus capitales y mercancías en los mercados extranjeros mediante la política de la apertura, entre cuyas estrategias se contempla derribar fronteras y desmembrar Estados. Por estas razones, la lucha de los serbios encarna la lucha de todos los países del mundo amenazados por el imperialismo. Al apoyar la resistencia de Yugoslavia contra la alevosa intervención de Estados Unidos y sus aliados, estamos combatiendo por nuestra propia patria, por nuestra propia soberanía nacional, la cual cada vez se ve más amenazada por la voracidad yanqui. Convencidos de que la unidad del proletariado de todas las latitudes, tan imprescindible para el buen suceso de la revolución mundial, sólo se logra sobre la base de la plena vigencia de la autodeterminación de las naciones, rechazamos los atropellos contra la soberanía y los derechos inalienables de Serbia o de cualquiera otro país. La resistencia de los pueblos del mundo terminará más temprano que tarde derribando al colosal agresor.

COMITE POR LA DEFENSA DEL PENSAMIENTO FRANCISCO MOSQUERA

Mayo l de 1999


Bogotá, agosto 1 de 1999