El fogonero
Apartes de las intervenciones en el lanzamiento del libro sobre Francisco Mosquera: 21 Autores en busca de un personaje, realizado el 30 de noviembre de 2000 en el Hotel Tequendama

Alberto Zalamea:
Don Francisco Mosquera Gómez, doña Lola Sánchez de Mosquera, Gabriel Mejía, queridos amigos, creo que las palabras más adecuadas para saludarlos a ustedes, son precisamente las de amigos. Es una presencia realmente estimulante la de esta noche, me habían invitado a una pequeña reunión, y veo aquí que somos más de un centenar. Entonces digo amigos porque tal vez ya no somos copartidarios, los partidos han desaparecido prácticamente, tal vez somos compañeros, sí, pero no somos compatriotas, porque ya no sabemos dónde está la patria, dónde se está entregando todas las noches a los desconocidos. En todo caso amigos, ésta es una gran reunión, no solamente en número sino en la calidad de ustedes, el profesionalismo, y la virtud del coraje que tuvieron todos los que participaron en el Moir.
Ante la violencia y el terrorismo que proliferaban por aquellos tiempos, Mosquera se levanta con palabras ejemplares “contra esa política que consiste en combinar las acciones terroristas, el chantaje, la extorsión y el secuestro con el reformismo, el cretinismo parlamentario y la conciliación con los gobiernos de turno”... Esa política purificadora y emblemática convierte al Moir en blanco principal de una serie de ataques físicos. Mosquera no se deja arredrar y sigue en su visionaria y clarividente línea de combate ideológico. Al desaparecer en 1994, Mosquera tiene listo un nuevo libro. Su título reitera lo que ha sido su paradigmática existencia: Resistencia civil.


Juan Leonel Giraldo:

El libro me gusta mucho por todas las anécdotas, por el acercamiento a ese personaje tremendo que fue Mosquera y, aparte de eso, por el prólogo, porque interpreta y analiza la situación nacional. En él se recoge un punto que pocas veces lo hizo explícito Mosquera: su opinión sobre algo que ha dividido a los colombianos en toda su historia, y es el tema de Bolívar y Santander. Mosquera, como una reducidísima minoría, está con Santander, pero no desde el punto de vista tradicional, ese que veíamos en las escuelas de “liberal es santanderista” y “si es conservador es bolivariano”, sino mirando las ideas progresistas, de esa época. Hay una observación elemental que se hace: las proclamas “antiimperialistas” de Bolívar contra Estados Unidos, cuando en aquellos tiempos no existía el “imperialismo”. En fin, es una discusión que afortunadamente empieza a darse.
El otro artículo que también fija una posición minoritaria, trata sobre el problema de Yugoslavia y de los Serbios. El texto, retomando análisis de Pacho, habla acerca de una situación que se ha venido desarrollando en los Balcanes desde hace siglos y que han explotado las grandes potencias, primero las europeas, y hoy Estados Unidos, para tratar de fragmentar y despolitizar estos pueblos ubicados en el filo de Occidente y Oriente. Colombia, y ojalá que no vayamos a llegar a ese instante, parece estar a punto de sufrir asimismo una “balcanización”. Un país pobre que flota a la deriva, y en el cual se han perdido directrices, dirigentes, normas, claridad, que parecería estar listo como una presa para ser despedazada por una potencia como Estados Unidos, en colaboración con países vecinos y con intereses internos.

Pedro Contreras:
Hacer la presentación de un libro que resalta la dimensión de este gran hombre que fue Pacho Mosquera no es una faena fácil. El estilo escogido para dar a conocer a quien fuera el ideólogo fundador del Moir nos permite tener una visión objetiva de sus valiosos aportes a la teoría y la práctica revolucionaria a través de los conceptos de muchos personajes que lo conocieron. La nómina de convocados da una idea de la amplia gama de sectores de la sociedad que lograron conocer su pensamiento. Empresarios, políticos, intelectuales, obreros, artistas, científicos, dan fe de que se trataba de un ser excepcional, de una formación universal, de un gran carisma y de un extraordinario poder de convicción. La generación formada en el movimiento estudiantil de finales de los sesentas tuvo la oportunidad de vivir una época de agitación y de resistencia intelectual jamás vista hasta la fecha, como también fuimos testigos de la intensa polémica librada entre los revisionistas soviéticos y Mao Tsetung que conmocionó al movimiento revolucionario internacional y nos marcó una impronta indeleble. Todos esos episodios fueron interpretados correctamente por la clarividencia que lo caracterizó, y esas circunstancias sistematizadas por Pacho, contribuyeron a la formación política y hasta personal de muchos de nosotros.
Su obra suprema, la teoría para conducir la revolución colombiana está vigente e intacta. Nos corresponde a los que seguimos en la brega hacer un gran esfuerzo para suplir su ausencia a sabiendas de que en Colombia y América entera no habrá durante muchos años una figura política de la envergadura de Pacho.
Compañeros del Comité por la Defensa del Pensamiento Francisco Mosquera: Permítanme felicitarlos por tan extraordinaria contribución a mantener viva la llama encendida por Pacho para que ese faro siga orientando a todos los navegantes revolucionarios de Colombia y de América. Aspiramos a seguir siendo parte de los alumnos de quien con justicia Leonel Giraldo ha denominado el Lenin de América y seguir contándonos entre sus amigos. Ojalá en el futuro podamos seguir coreando una consigna que yo sé que Pacho comparte desde donde esté con nosotros: Unámonos para salvar a Colombia. Muchas gracias.

Eliécer Benavides:
El Expresidente de la Unión Sindical Obrera, USO, y coautor del libro señaló:
Me anima a dirigirme a ustedes la amistad con ese hombre que tanto le aportó a Colombia, a los obreros, a los campesinos, a los estudiantes y a todos los necesitados de este país.
Pacho es el dirigente revolucionario más visionario que ha tenido Colombia. Siempre nos dijo cuál era el verdadero enemigo de Colombia: Con mucha satisfacción oigo aquí que tenemos que unimos para defender a Colombia, porque resulta que hasta uno que se cree un Bolívar quiere meterse acá, nosotros tenemos que mantener el espíritu de Mosquera, como el estandarte, como la consigna, como la motivación de resistencia por los derechos de Colombia.
Yo estoy convencido que el terrorismo no es la solución, que nosotros tenemos que retomar las enseñanzas de Mosquera, porque sólo con la concientización del pueblo podemos todos corregir la forma como se gobierna a Colombia, sin masacrar a la gente, sin el secuestro porque Mosquera decía “por noble y vil que sea la causa, no se justifica el secuestro ni el terrorismo”. Los revolucionarios no son terroristas, somos revolucionarios.


Esteban Navajas:

Con dos anécdotas trataré de mostrar lo que significó Pacho para el arte.
En 1974 estábamos montando La madre, de Bertold Bretch. Existen tres versiones: Una, la original, de Máximo Gorki, otra de Bertold Bretch y, la otra, que es horripilante, la versión que quisimos montar. Indudablemente la versión de La madre de Bertold Bretch no nos parecía suficientemente revolucionaria. Teníamos que modificarla, teníamos que hacerla más dura. Cuando le presentamos el preestreno a Pacho, todos estábamos con el pecho henchido... La madre, de Bertold Bretch, pero más dura, para que él viera qué tan revolucionarios éramos... Se quedó mirando la obra y nos dijo: “Esto es lo más horrible que yo he visto en la vida. Lo lindo de la obra de Máximo Gorki, es que él, a través de una novela muy sencilla, muestra cómo es una madre proletaria, una madre que es explotada como proletaria, como madre, y como mujer. Y cómo aun así, en ese sometimiento, en ese aplastamiento en que la tenía la sociedad de 1905, una mujer en esas condiciones, podía contribuir a la causa revolucionaria solamente por su amor materno”.
La otra anécdota es mi obra, La agonía del difunto, una obra que yo escribí más o menos en 1977. Leyéndola en el grupo del Teatro Libre, llegó Pacho y me preguntó, ¿qué estás leyendo ahí? Yo casi con las piernas temblando, contesté que era una obrita que estaba escribiendo. Me pidió que se la dejara leer, y la leyó. Y me llamó al otro día, y me dijo: “Esto es lo más hermoso que he leído como obra revolucionaria”. Le dije que todos los camaradas me estaban masacrando porque el terrateniente es muy simpático, y que los campesinos ahí van como que van. “¿Qué hago?” Y me dijo, “sobre eso no tienes que hacer nada, porque resulta que desgraciadamente los terratenientes son así, son más teatrales que los campesinos”.

Gabriel Mejía:
En 1994, cuando muere Mosquera, era previsible pensar en las dificultades que brotarían dentro de su partido, y más aún, era completamente lógica la duda de si este contingente se lograría mantener dentro de una línea política correcta como la definida por él. Encontrar un sucesor de las dimensiones de Mosquera, un imposible. Sus capacidades intelectuales unidas a sus cualidades personales lo alejaban años luz de sus copartidarios. Pero algo sí había que hacer: conservar su legado, y, por otra parte, descubrirle a Colombia y a su pueblo todo lo que representaban sus ideas, tarea que con la dirección de Ramiro Rojas se ha propuesto el Comité por la Defensa del Pensamiento Francisco Mosquera, y el Instituto que lleva su nombre.
No sobra aclarar que nunca pretendimos aglutinar por completo a todos aquellos que pueden o quieren decir algo sobre Mosquera. Muchas son las consideraciones que lo hacen irrealizable. Pero creemos haber conseguido una excelente muestra de lo que se piensa sobre Pacho. Y como se dice en la introducción, muchos más querrán, “tal vez desde otros puntos de vista expresar sus conceptos sobre nuestro maestro, y a alguien más lo impulsará el deseo de refutar o aclarar lo aquí dicho”. Lo importante es que el pensamiento de Mosquera que “continúa dando respuesta al cúmulo de inquietudes que hoy día abruman al pueblo colombiano” se difunda ampliamente, ya que “sólo bienes reportará a nuestra patria y a su pueblo”.

Bogotá, agosto 1 de 1999