50 años de la revolución China
Discurso de Gabriel Mejía en el acto del 21 de octubre de 1999 en Bogotá con motivo de los cincuenta años de la revolución china. Evento en el que se hicieron presentes el señor Sun He, consejero político de la embajada de la República Popular China; Doña Lola de Mosquera, Estela Mosquera, Myriam Rodríguez, Marcelo Torres del MOIR, y Ramiro Rojas, Secretario General del Comité por la Defensa del Pensamiento Francisco Mosquera, además de otras fuerzas políticas. Alberto Zalamea saludó el acto llamando a persistir en la línea del pensamiento Francisco Mosquera.
El 1 de octubre de 1949, desde Tian'anmen,
fue proclamada la fundación de la República Popular de China
por Mao Tsetung; motivo que nos reúne hoy aquí, a conmemorar
esta efemérides y evocar la memoria de quien es reconocido como una
de las figuras estelares del siglo, convertido en guía de la rebelión
de los pueblos oprimidos y en personaje simbólico de las revueltas
juveniles de los países desarrollados, y considerado por su gente como
el centro aglutinante y el faro orientador de la nación, en ese titánico
esfuerzo por desterrar de su patria el feudalismo, el capitalismo burocrático
y el imperialismo.
El establecimiento de la República Popular, al mismo tiempo que fue
la culminación memorable de las luchas del pueblo chino, libradas durante
un siglo contra el imperialismo y el feudalismo, refrenda la certera orientación
que el Partido Comunista de China, bajo la dirección de Mao, le dio
a esta contienda centenaria. En la hora postrera de este largo combate, expulsaron
a los japoneses y contribuyeron a la destrucción del eje nazi fascista
en la Segunda Guerra Mundial. Preservaron a su nación de los embates
de los intervencionistas ingleses y norteamericanos, venciendo, al final,
la gran ofensiva contra los comunistas que, después de la rendición
japonesa, emprende Chang Kai-Shek, el agente de los intereses de los EE.UU.
en China.
Mao Tsetung instauró el socialismo en la nación más poblada
de la Tierra y convirtió ese territorio atrasado, pobre y sometido,
en una república independiente, próspera y grande. En el decurso
de esa larga marcha en pos de la construcción del socialismo, en aquel
inmenso país asiático de más de mil millones de personas,
desbarató una a una las conspiraciones y tentativas por restaurar el
capitalismo. Pero el gran revolucionario chino no se desvelaba sólo
por su pueblo. Practicó el más auténtico internacionalismo
al solidarizarse con el futuro de las repúblicas socialistas, la revolución
de los proletarios en los países capitalistas y la liberación
de las colonias y neocolonias de Asia, Africa, América Latina y Oceanía
sometidos a la sojuzgación imperialista.
Hoy cincuenta años después de la entrada de las tropas comunistas
a Pekín, la hegemonía norteamericana se ha consolidado en todos
los confines de la tierra, pero de la misma manera, el mundo se halla convulsionado
como nunca: el pueblo de Servia, mostrando que su temple es fino, se levanta
en defensa de Kosovo, cuna y santuario de su civilización, a enfrentar
al imperialismo dando un ejemplo extraordinario de claridad y de valor; y
en todo el orbe, legiones de los oprimidos que comienzan a formar un turbión,
se insubordinan para proteger sus derechos frente a la gran embestida imperialista
de nuestra época, la apertura. Sin embargo, en esta coyuntura
crítica, las huestes revolucionarias de afuera y de adentro se encuentran
todavía dispersas y en buena medida, perplejas. De ahí que sea
absolutamente indispensable estar recordando las enseñanzas del líder
del proletariado chino y la aplicación y desarrollo que de ellas hiciera
en Colombia -aspecto absolutamente esencial para nuestro futuro revolucionario-
el camarada Francisco Mosquera que hoy, desafortunadamente, ya no nos acompaña.
Con este objeto hemos dividido esta intervención en tres partes: la
nueva democracia, la revolución antiimperialista y la lucha contra
el revisionismo. Veamos la primera.
La nueva democracia
Mao Tsetung formuló a cabalidad que la China contemporánea era
un resultado de la rica y convulsionada historia de la nación y señaló
que la clara comprensión del presente y el pasado, constituía
la clave para dilucidar sus problemas. En su texto “La revolución
china y el Partido Comunista de China”, narra con lujo de detalles la
historia del campesinado y su contribución al desarrollo del país,
describe el nacimiento de la economía mercantil, explica el papel del
capitalismo extranjero tanto en la desintegración del antiguo régimen
de producción, como en el surgimiento del capitalismo y del proletariado
chino. Y profundizando lo anterior, destaca el doble papel del imperialismo
en el desenvolvimiento capitalista, pues a la vez que contribuye a su aparición,
la confabulación de éste con el feudalismo, termina por impedir
su avance.
Asimismo, Mao realiza un análisis de clases de la sociedad, y puntualiza
que la actitud y la posición de éstas, con respecto a las transformaciones
revolucionarias, está enteramente determinada por su condición
económica y social. Este estudio le permite establecer los blancos,
fuerzas motrices y tareas. En China, la clase terrateniente constituía
la principal base social de la dominación extranjera que por medio
del sistema feudal explotaba y oprimía a los campesinos. A ella se
le une la gran burguesía compradora, sustentada y al servicio directo
de los países dominantes, ligada también por miles de lazos
con las fuerzas feudales del campo. De ahí que sean los blancos de
la revolución china. La pequeña burguesía y los campesinos,
bajo la dirección del proletariado, el cual se halla ligado con la
forma de economía más avanzada y que posee un fuerte sentido
de organización y disciplina, constituyen las clases fundamentales.
La burguesía nacional, que equivale principalmente a la burguesía
media, es oprimida por el imperialismo y constreñida por el feudalismo,
por eso su contradicción con ambos. Pero al mismo tiempo débil
social y políticamente debido a que de una u otra manera sus actividades
económicas se sustentan en las relaciones con los terratenientes y
los monopolios, lo que la vuelve incapaz de llevar hasta el fin los cambios
requeridos.
Del análisis de la historia y de las clases en China desprende que
el filo de la contienda esté dirigido contra el colonialismo, el semicolonialismo
y e! feudalismo y no contra el capitalismo y la propiedad privada capitalista,
de ahí que estas transformaciones tengan un contenido democrático
burgués. Sin embargo, la fuerza del imperialismo, la debilidad de la
burguesía y el triunfo del proletariado en Rusia, le permiten propugnar
por un nuevo tipo de revolución, de carácter nacional y democrático,
pero dirigido por la clase obrera, que a través de un programa, recoge
los intereses de sus aliados, las clases mencionadas, y donde obviamente no
se excluyen las formulaciones que permitan la participación de la burguesía
patriótica, pero en el que tampoco se renuncia a las grandes mutaciones
sociales y políticas del socialismo.
Francisco Mosquera recupera los planteamientos fundamentales de Mao Tsetung
sobre la nueva democracia. Esto lo logra:
- Al reafirmar el criterio de cómo en esta época del imperialismo
y la revolución proletaria mundial, es imposible la culminación
de las tareas democráticas de los pueblos sojuzgados sin la dirección
obrera.
- Al señalar la existencia de la burguesía nacional y explicar
sus características en nuestro país, su debilidad, su desvinculación
de los gobiernos y su carencia de movimientos o partidos propios.
- Al revelar la dominación de los Estados Unidos sobre el país
y al destacar que ésta se puede establecer por su contubernio con la
gran burguesía y los grandes terratenientes, definiendo la alianza
de estas tres fuerzas como la causa principal del esquilmo de los colombianos
y el principal obstáculo para el progreso y la libertad de la nación.
- Al insistir en la necesidad de la más amplia unión del partido
obrero con las clases revolucionarias y sus representantes en un frente único
que ponga fin a esta dominación.
La revolución antiimperialista
China se caracteriza por haber sido víctima de varios imperialismos
que practicaron modalidades distintas para la subyugación. Allí
se combinó la dominación directa con la indirecta. Los imperialistas
controlaban no sólo las palancas de la vida financiera y económica
del país, sino también sus fuerzas políticas y militares
y en las zonas ocupadas todo lo monopolizaban los japoneses. Estas características
le permiten a Mao definir sus enemigos: el colonialismo y el semicolonialismo.
En 1914 el 68% de la superficie de la tierra y el 60% de la humanidad estaban
sometidos al poder colonial, mientras que el 11% del área del globo
y el 22% de los habitantes se encontraban en la condición de semicolonias,
situación que empieza a cambiar después de la primera conflagración
mundial, con el surgimiento de los movimientos independentistas, que se hacen
incontenibles después de la segunda guerra, cuando más de un
centenar de excolonias logran la independencia estatal. Conscientes de que
en adelante resultaría difícil y hasta contraproducente este
tipo de control, los países imperialistas, con los Estados Unidos a
la cabeza, proclaman el derecho de los pueblos a elegir sus propios sistemas
democráticos de gobierno, camino por el que consideran podrían
seguir ejerciendo aún más efectivamente la sojuzgación
económica. El Partido Comunista de China observaba, en los inicios
de los sesentas, cómo el colonialismo viejo había sido reemplazado
por uno nuevo, practicado principalmente por Estados Unidos y que tenía
como peculiaridad la sujeción indirecta de los países a través
de unos agentes internos.
Mosquera le da sustento histórico y sistematiza estas características.
Señala que EE. UU. tanto en la primera guerra mundial con los Catorce
puntos de Wilson, como en la segunda con la Carta del Atlántico, se
opone a las viejas formas de la dominación colonialista practicadas
principalmente por e! imperialismo inglés y que descartaban toda forma
de gobierno democrático, y nos recuerda que así como el capitalismo
nació incontaminado en los Estados Unidos sin las trabas de producción
remanentes que le obstaculizaran el crecimiento, “su ciclo imperialista
desde sus preámbulos se ha diferenciado de los otros en la predisposición
a valerse de los instrumentos democráticos para afianzar y adornar
sus expugnadoras pretensiones”.(1)
Sostiene que el Panamericanismo es el compendio de estos postulados, y las
nuevas características de la dominación imperialista las define
como neocolonialismo. Afirma que su sello consiste en no precisar de virreinatos
y protectorados para llevar a feliz término la labor depredadora y
que aun cuando echa mano de los cuartelazos, las invasiones y las tomas territoriales,
dentro de su natural inclinación a esgrimir la represión cuando
le es indispensable, tiene como regla tolerar la independencia política,
la república y los gobiernos elegidos por sufragio. Concluye que esto
se posibilita debido a las fabulosas ganancias inherentes al capitalismo monopólico
pues su arma de combate es la exportación de capitales de los centros
de desarrollo a los de la periferia relegada.
Y desde época muy temprana, por allá en los inicios de los setentas,
Mosquera destaca, refiriéndose a América Latina y a Colombia,
que el imperialismo norteamericano propone la integración económica,
pues obedece a su interés y al proyecto supremo de crear un solo mercado
común que cobije a todo el continente, y con este propósito,
promueve la asociación con el capitalismo estatal, unida a la otra
modalidad, con el capital privado, que señala Mao practicaba también
el imperialismo en China.
La lucha contra el revisionismo
Mao Tsetung incita y justifica la rebelión contra los detractores del
marxismo, esa runfla que al mando de Nikita Kruschov denigra de Stalin, el
gran revolucionario marxista que forjara con Lenin la Unión Soviética.
Advierte que el ascenso del revisionismo al poder significa la subida de la
burguesía al poder. Precavido de la nueva situación creada por
los revisionistas rusos y decidido a evitar que esta experiencia se repitiera
en China, señala que en la sociedad socialista que cubre una etapa
relativamente prolongada, en palabras de él mismo, de “cien a
centenares de años”, aún existen las clases, las contradicciones
y la lucha de clases, la lucha entre el camino capitalista y el camino socialista
y por lo tanto el peligro de la restauración de la burguesía.
De ahí la necesidad de mantener la dictadura del proletariado que lleve
hasta el final la revolución socialista y prepare las condiciones del
paso al comunismo.
El instrumento que concibe para llevar adelante la tarea es el de la Revolución
Cultural Proletaria, revolución en el terreno político e ideológico,
y que con el apoyo de los obreros busca desalojar de todos los dominios del
poder a los burgueses infiltrados y a los seguidores de la vía capitalista.
Por eso apoyado en las masas llamó “a bombardear el cuartel general”,
el lábaro contra los revisionistas en-quistados en las más altas
esferas del partido y del Estado, pues el maestro de Yenán entendía
como ninguno, que los enemigos de dentro de la fortaleza, eran los más
peligrosos de todos y por este camino, recupera el poder, pues, en 1965, a
instancias del gran despliegue que hacen sus enemigos del culto a la personalidad,
Mao había sido separado del control efectivo de los organismos del
partido.
A principios de 1970, continuando su combate contra el revisionismo soviético,
explica que la dictadura del proletariado en manos de Kruschev y Breznev se
ha convertido en una dictadura de la gran burguesía, en una dictadura
de tipo fascista alemán, en una dictadura de tipo hitleriano. Revela
que la URSS desarrolla una política imperial que le disputa la hegemonía
mundial a los EE.UU. La Unión Soviética socialista había
devenido en un país social imperialista. Mao vislumbró que esta
superpotencia se encontraba en una posición ofensiva en la lucha de
poder en la arena internacional, mientras la otra se hallaba a la defensiva.
En octubre de 1970, el día de la celebración de la Independencia
de China, coloca al periodista norteamericano Edgar Snow a su lado y le concede
posteriormente una entrevista en la cual invita a Nixon a visitar China. Para
asombro de los interlocutores norteamericanos que siempre pensaron que los
chinos en las relaciones con los EE.UU. iban fundamentalmente tras sus objetivos
nacionales, Mao le señala a Nixon que “la cuestión
pequeña es Taiwan, la cuestión grande es el mundo... Podemos
prescindir de ellos por el momento (se-ñalaba cuando se refería
a los de Taiwan) y ya lo hablaremos dentro de cien años”.
(2)
Francisco Mosquera en Colombia, en buena medida,
es resultado de esa gran contienda que a escala planetaria se libró
contra el revisionismo soviético. Su genio radica en que se sitúa
en el tiempo y en el lugar que lo había concebido, y con extraordinaria
perspicacia descubre que para poder derrotar el revisionismo en estas latitudes
se hace necesario declararse en lucha abierta contra las posiciones de extrema
izquierda, alentadas por la revolución cubana.
Entiende la necesidad de armarse del marxismo leninismo pensamiento Mao Tsetung,
pero que era necesario integrarlo a la realidad de nuestro país, pues
como le señalara en alguna ocasión a los chinos, “hay
que hacer un marxismo-leninismo grato a los ojos y oídos del pueblo
colombiano. No podemos trasladar mecánicamente Yenan a Colombia”.
De ahí su interés en el conocimiento de nuestra historia y su
vinculación con los distintos sectores y sus luchas, creando una teoría
original y aplicable a la revolución colombiana. Se vincula a la clase
obrera y a los estudiantes, lo que después le permite su vinculación
al campo, con su “política de pies descalzos”. Y señala
que la lucha del pueblo, solo se daría como fruto de la lucha ideológica
y política de las fuerzas revolucionarias, con la movilización
de las masas y con una insurrección auténtica.
Mosquera comparte con Mao la consideración de que el enemigo de adentro
produce siempre mayores estragos que el externo. Y esgrime la fórmula
de que la unidad no se hace haciendo la unidad para garantizar dentro del
partido una lucha de ideas amplia, profunda y constante que permita contrarrestar
las arremetidas políticas de los revisionistas. Todo esto sin ir en
desmedro de una organización unificada y disciplinada.
.
Queridos compañeros y amigos:
Hemos esbozado un cuadro muy general del pensamiento rector de la Revolución
China, al relacionar algunas ideas fundamentales del camarada Mao Tsetung,
al mismo tiempo que hemos detallado algunas aplicaciones y desarrollos que
hiciera en Colombia nuestro jefe y camarada Mosquera.
Estas reflexiones, del Comité por la Defensa del Pensamiento Francisco
Mosquera, no podrían concluir sin un llamado a impulsar el desarrollo
de esas fuerzas políticas que materializarán con el triunfo
revolucionario el rico y variado caudal político universal del proletariado
y principalmente el que nos legara nuestro entrañable maestro y amigo
Francisco Mosquera. Luchemos para que un día, ojalá no muy lejano,
podamos convertirlo en realidad y en verdad perdurable.
1. Mosquera, Francisco. “Unámonos
contra la amenaza principal”, octubre 19 de 1983, Resistencia civil,
pág. 125. Bogotá, enero 1995.
2. Kissinger, Henry. Diplomacia. Pág. 781-782. Ediciones B, Barcelona,
1996.