El fogonero

Milosevic

Por Alberto Aguirre

Cuando la justicia la aplican los vencedores, es venganza. Alexis Djilas, historiador yugoslavo, al condenar la entrega de Milosevic a la justicia de la Otan, declaró (The New York Times, 29 de junio): “Lo vendimos por dinero”. En efecto, lo entregaron el jueves 28 de junio, y al día siguiente, según lo prometido, la Comisión de Donantes constituida por la Unión Europea, el Banco Mundial y EE.UU., consignó donaciones a Yugoslavia por mil doscientos millones de dólares, destinados a la reconstrucción del país.
País que ellos mismos, EE.UU. y la Otan, habían destruido: desde el 24 de marzo de 1999, bajo el pretexto de defender a Kosovo, sus aviones bombardearon durante 78 días continuos blancos civiles y militares de Yugoslavia, que carecía de defensa antiaérea. Miles de muertos, sobre todo civiles. Daños materiales por 60 mil millones de dólares.
Era una venganza militar, que ahora se dobla en venganza judicial. En la segunda guerra Hitler invadió a Yugoslavia, y fue el único país donde encontró la resistencia de los partisanos dirigidos por Tito, que mantuvieron en jaque a los ejércitos alemanes, al tiempo que barrían a los oustachis, terroristas nazis de Croacia. Al terminar la guerra, reconstituyó la integridad de la nación. Milosevic, elegido presidente de Serbia (una de las repúblicas federativas integrantes de Yugoslavia, junto con Croacia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro, Eslovenia y Macedonia), fue elegido, también por votación popular, presidente de Yugoslavia el 15 de julio de 1997. Mantuvo la política de Tito; preservó la integridad del país.
En 1990, con ayuda militar y financiera de EE.UU. y la Otan, se habían separado Bosnia y Croacia. Se dio la guerra con Serbia, el corazón de Yugoslavia, con atrocidades de parte y parte. Terminó con los acuerdos de Dayton, en diciembre de 1995, en los cuales Serbia aceptó la independencia de aquellas repúblicas.
Al tiempo, se formaba en Kosovo el llamado Ejército de Liberación de Kosovo (KLA). Entre sus miembros, antiguos integrantes de las milicias fascistas. Fue entrenado por el ejército alemán y recibió millonarios auxilios en dólares y armas, de ése, de otros países europeos y de EE.UU. Su propósito, separarse de Serbia -acabando de desmembrar a Yugoslavia- y propiciar la caída de Milosevic, el heredero de Tito, que aún resistía los embates de EE.UU., Alemania y la Otan.
Vino la guerra. Y fue una guerra cruel, no sólo por parte del KLA y los aviones americanos, sino Serbia. Genocidios. Matanzas de civiles. Desplazamientos. El horror mutuo de las guerras. Vencieron aquéllos. Pero Milosevic se mantuvo en el poder.
Inclusive, ése, a quien la prensa de occidente llama en coro “el carnicero de Belgrado”, convocó a elecciones populares en septiembre de 2000. EE.UU. canalizó 77 millones de dólares a la oposición (Dollars & Sense, enero/febrero 2001) que, con tal ayuda, triunfó.
Subió Kusturica. Ahora entregan a la retaliación de los vencedores a Milosevic, el antiguo comunista, el mantenedor de la unidad nacional. Todo esto es un episodio más de la guerra fría, que no cesa.
Fuera de saciar su venganza, los occidentales harán suculentos negocios. Ya hay proyectos por 4 mil millones de dólares para reconstrucción de infraestructura, y los contratistas yanquis están al acecho. Qué lindo compaginan la democracia y los negocios.


(Publicado en El Colombiano, lunes 9 de julio de 2001).


Bogotá, agosto 1 de 1999