Editorial
Hacia dónde va la “izquierda” colombiana
Después del desastroso cuatrienio
de Andrés Pastrana, sumamente pródigo con la guerrilla de las
Farc, y del primer año del que encabeza Alvaro Uribe, quien, por el
contrario, llega al poder como el hombre de “la mano dura” contra
los alzados en armas, las fuerzas de “izquierda”, que tanto peregrinaron
por el Caguán, buscan ahora cómo acomodarse a la nueva situación.
La reforma política aprobada por el Congreso en el presente año
y que limita la posibilidad de existir, al menos electoralmente, a la mayoría
de los setenta y cuatro partidos y movimientos reconocidos por el Consejo
Electoral; la consolidación de la apertura con la aprobación
de las antipopulares y onerosas reformas laboral, pensional y tributaria;
el terrorismo desatado por las extremas de derecha e izquierda, y la propuesta
de un embelecador referendo, completan las circunstancias en las cuales se
desarrolla la actividad política en Colombia.
Al mismo tiempo tenemos que los grandes partidos tradicionales, los supuestos
beneficiarios de los cambios, se debaten en profundas crisis, el Conservador,
sobreviviendo a la sombra del régimen uribista y, el Liberal, dividido,
con una dirección jugándole a la oposición, pero con
un jefe escampando bajo el alero de la burocracia gubernamental y con la mira
puesta en las elecciones presidenciales de 2006. Las Centrales obreras, destrozadas
por la legislación aperturista, y en especial por las leyes 50 de 1990
y 100 de 1993, optaron por las argucias de la concertación preocupados
más por preservar los privilegios de la concha sindical que en defender
los derechos de los trabajadores. Mientras tanto, el imperialismo y la oligarquía,
enfrentados a todo este oportunismo en boga, sin grandes dificultades acentúan
la expoliación sobre nuestra patria, y el régimen termina la
obra de adecuación del aparato del Estado y de la Constitución
de 1991, de acuerdo a los requerimientos exigidos por el amo del Norte para
adelantar su arrolladora política de globalización.
Un tenso ambiente, pues, se respira en esta campaña para elegir gobernadores,
alcaldes y concejales y para aprobar o no el referendo. El Polo Democrático
se presenta como el abanderado de las fuerzas del centro, dejando a su izquierda
a su principal impulsor, el Frente Social y Político que lidera el
partido comunista. Por primera vez, tal vez por aquello de la “combinación
de todas las formas de lucha”, y aunque no faltan los matices, se manifiesta
ahora públicamente la condena al terrorismo, e incluso el presidente
del Frente Social anuncia, en entrevista publicada en El Tiempo,
el 19 de septiembre de 2003, que “descartamos la vía armada”
como medio para la conquista del poder, invalidando cualquier pretensión
de la guerrilla. El ex presidente Samper, no se sabe si pagando los servicios
prestados por la “izquierda” y por las camarillas sindicales para
sostenerlo en su tormentoso mandato o ya para introducir mayor confusión
dentro de las filas del despedazado Partido Liberal, llama a la unidad alrededor
de la candidatura de Luis Garzón a la alcaldía de Bogotá.
Y ante la patente falta de una dirección revolucionaria, los movimientos
“izquierdistas” colombianos buscan desesperados un Norte en el
ámbito internacional. No es de extrañar, pues, que al igual
que como lo hicieran con el del “gringo maluco”, echen mano ahora
del locuaz Chávez Frías, quien no sólo pretende revivir
a Fidel Castro, el mismo que cumpliendo “su triste destino de condotiero
del socialimperialismo” por cuatro décadas le hiciera tanto
mal al proceso revolucionario de los pueblos latinoamericanos, sino que también
aspira a convertir un “bolivarianismo”, mal entendido, en la nueva
guía de los pueblos del sur para la liberación del yugo norteamericano.
No paran mientes ante el evidente coqueteo con la insurgencia guerrillera,
ni en el tratamiento antidemocrático dado a las organizaciones obreras
y a los medios de comunicación venezolanos. También pasan por
alto las excelentes relaciones de Chávez con las petroleras norteamericanas,
tal como lo evidencia artículos como el titulado “El cash
manda entre Caracas y Washington”, aparecido en The Miami Herald
(Julio 27 de 2003), o “Pese a la retórica, Venezuela depende
cada vez más de las petroleras extranjeras”, El Tiempo
(septiembre 12 de 2003). En el primero de ellos, además de relacionar
cuantiosos contratos con los monopolios imperialistas, algunos concedidos
directamente por el mismo presidente bolivariano, se afirma que buena parte
de los ingenieros y geólogos venezolanos, enviados al exterior a prepararse
para sustituir a los trabajadores despedidos por la huelga, realizada en diciembre
y enero pasados contra Chávez, reciben entrenamiento en ChevronTexaco
y en Royal DutchShell. Sobraba, pues, el gesto antiproletario de los dirigentes
de la USO patentado en la carta de solidaridad con el gobierno del país
vecino y en contra de los obreros del petróleo.
Asimismo, abrigan esperanzas en un Lula y en un Gutiérrez. Pero mientras
el último se convierte en el mejor aliado de la política de
“seguridad” preconizada por Alvaro Uribe, el primero se erige
como líder de la integración económica latinoamericana.
No olvidemos que tanto como ocurriera con la Alalc, el Pacto Andino, El Mercado
Común Centroamericano, el Mercosur, etc., y como bien lo afirmaron
en la última Asamblea de la Andi en Cartagena: “Todos los caminos
conducen al Alca”. Sin embargo, no faltan los entusiastas despistados
que ya ven el émulo del brasilero recorriendo nuestras calles.
Vista la situación así, hoy más que nunca debemos trabajar
para que la corriente marxista-leninista que construyera Mosquera siga siendo
la guía del proletariado colombiano. Y así
el oportunismo parezca fortalecerse en estos momentos de fuerte polarización
política, nada puede impedir que continuemos en nuestra tarea revolucionaria,
en un país donde, como él decía en “Somos los fogoneros
de la revolución”, “echó primero raíces
el revisionismo que el marxismo-leninismo”.
Ramiro Rojas
Secretario General
Comité por la Defensa del Pensamiento Francisco Mosquera