ganar la partida, el Kremlin volvió
por sus fueros y se convirtió en factor sin el cual es casi imposible
alcanzar una solución a la crisis del área. Con el objetivo
de bloquear la táctica norteamericana y poder pasar a la ofensiva
Moscú maniobra por intermedio de Siria, con la que tiene un pacto
bélico desde 1980 y a la que ha enviado tanques y misiles antiaéreos
de su más reciente promoción, así como 8.000 consejeros.
Valiéndose del hecho de que hace siete años Siria estacionó
en Líbano un contingente que hoy llega a 60.000 soldados y que
ocupa la mitad del país, el socialimperialismo volvió a
entrometerse en los asuntos del Medio Oriente.
La invasión israelita al Líbano, cuya meta era propinar
un golpe mortal a la OLP y al mismo tiempo ampliar las conquistas del
Estado Judío, complicó aún más la situación,
ya que fuera del problema palestino se creó el de una posible partición
del Líbano entre Siria e Israel. Y precisamente en el momento más
difícil de su historia, con sus fuerzas duramente vapuleadas por
la agresión israelita y dispersas en varias naciones árabes,
la OLP fue dividida por la URSS, a través de Siria y Libia. Tomando
como pretexto el que Yasser Arafat no descartó la alternativa de
entablar negociaciones diplomáticas sobre la cuestión palestina
e incluso de discutir las propuestas puntualizadas por Reagan en septiembre
de 1982, y en las que se contempla, entre otras cosas, el reconocimiento
de Israel por parte de la OLP, el Kremlin orquestó una revuelta
en las filas de los 15.000 guerrilleros palestinos establecidos en el
norte del Líbano para arrebatar la jefatura del movimiento e impedir
cualquier transacción que no encuadre en su plan de operaciones
expansionistas. Lo que se propone la Unión Soviética es
que la OLP se pliegue a sus dictados, que se transforme en una organización
de bolsillo y al servicio incondicional de sus designios imperiales. Los
intereses de un movimiento de liberación nacional de la importancia
de la OLP entraron en contradicción directa con el hegemonismo
soviético, que prefiere romper su unidad antes que perder la influencia
en su seno.
Desde el 2 de noviembre, tropas sirias y libias y las facciones amotinadas
de la OLP lanzaron una violenta arremetida contra los últimos reductos
de Arafat en el Líbano septentrional con el fin de liquidar a quienes
se niegan a ser dóciles instrumentos de Moscú y Damasco.
Así, en la coyuntura más difícil de su historia,
el movimiento palestino es golpeado a muerte por el Kremlin y sus lacayos,
ante lo cual los países de la Comunidad Europea decidieron brindar
su apoyo a Yasser Arafat y a sus partidarios.
Además de provocar la división de la OLP, Siria atiza los
conflictos internos en el Líbano, como el de drusos y cristianos,
esto para impedir la normalidad en el país y sacar ventaja del
desorden reinante. La negativa de Damasco de retirar sus tropas de territorio
libanés, excusa esgrimida a la vez por los imperialistas israelitas
para mantener también las suyas, ha empantanado la táctica
de los estadinenses, pues en esas condiciones no logran avanzar ni en
la pacificación del Líbano ni en su propuesta sobre el problema
palestino. Todo el mundo habla de la presencia judía en el Líbano,
pero muy poco se dice en relación con el ejército sirio.
Sin embargo, mientras Jerusalén persista en su posición
intransigente y provocadora hacia la justa causa de la autodeterminación
palestina, el socialimperialismo seguirá encontrando oportunidades
para intrigar en la zona posando de defensor de los pueblos oprimidos.
Moscú se recupera en el Medio Oriente
El rompimiento de Sadat con los rusos, a comienzos de los años
setentas, y ulteriormente los acuerdos de Camp David entre Egipto e
Israel, el impacto que causara en el mundo islámico la invasión
a Afganistán y la ofensiva israelita contra el Líbano,
hizo que la URSS perdiera temporalmente la iniciativa en la convulsa
política del Cercano Oriente. Sin embargo, cuando parecía
que Estados Unidos iba a