La salud, una tragedia para el pueblo
Por Adolfo Ramos
En la campaña electoral que lo condujera
a la presidencia de la República, Alvaro Uribe prometió que,
en su gobierno, no habría cierre de hospitales, no obstante en los
dos años que lleva como presidente, se han cerrado el Hospital de Cartagena
y el de Caldas, y a juzgar por los informes económicos sobre el déficit
de 2.5 billones de pesos que tienen los del tercer y cuarto nivel, como el
que padece el Ramón González Valencia de Bucaramanga, se presagia
el cierre inexorable de éstos, profundizando la crisis y el abandono
a que el Estado ha llevado al sector.
Múltiples han sido los argumentos utilizados para justificar la hecatombe
que vive la salud, el más común, el de la corrupción,
argumento que si bien es cierto, desvía la atención sobre la
causa principal que se fundamenta en la adecuación constitucional y
las normas expedidas en la Ley 100, que no tienen otro propósito que
entregar a los capitales monopolista nacionales y extranjeros, la salud, las
pensiones y los riesgos profesionales. Esto, junto con el abandono por parte
del gobierno de sus obligaciones, han llevado a la bancarrota a las entidades
estatales que se ocupan de estas funciones.
La rentabilidad económica de los monopolios depende de la negación
de los servicios o la pésima prestación de ellos. Es tal la
situación para acceder a los servicios, que cada vez es más
difícil tener con que pagar las cuotas moderadoras o los costosos copagos.
Todo esto se agrava con el abandono por parte del Estado de las acciones de
promoción y prevención, dando lugar a la aparición de
epidemias de fiebre amarilla, dengue, malaria y tuberculosis. Asimismo, se
han incrementado las muertes por mordeduras de serpientes, enfermedades respiratorias
y diarrea, e incluso se han desbordado las enfermedades mentales.
La estela de muerte causada por el abandono estatal debe despertar a los colombianos
en procura de levantar en el país la consigna de “Resistencia
civil”, en defensa de la salud pública, hundiendo a su paso las
falacias del actual gobierno y sus soluciones demagógicas.
Bogotá, agosto 1 de 2004