El fogonero

La digna muerte de Dimitris Christoulas

Por Juan Leonel Giraldo

Con huelgas y marchas y proclamas el pueblo griego ha encarado el vendaval de crisis, miseria y corrupción que se agravó desde que Grecia fue enganchada a los mercados globales y su economía atada a la comunidad económica europea.


Cuando apenas comenzaba a asomar la primavera, el 4 de abril de 2012, un farmaceuta de 77 años llamado Dimitris Christoulas se encaminó bajo el fulgurante sol mediterráneo a la plaza Sintagma de Atenas, buscó la sombra protectora de un árbol y se descerrajó un tiro en la cabeza.
Una carta escrita de su puño y letra quedó al lado de su cuerpo. Otra segunda carta fue hallada en su casa, dirigida a su mujer y su hija. En la primera, Christoulas escribió:

El gobierno Tsolakoglou* ha aniquilado toda posibilidad de supervivencia para mí, que se basaba en una pensión muy digna que yo había pagado por mi cuenta sin ninguna ayuda del Estado durante 35 años. Y dado que mi avanzada edad no me permite reaccionar de otra forma (aunque si un compatriota griego empuñara un fusil Kalashnikov, yo lo apoyaría) no veo otra solución que poner fin a mi vida de esta forma digna para no tener que terminar hurgando en los contenedores de basura para poder subsistir. Creo que los jóvenes sin futuro empuñarán algún día las armas y colgarán boca abajo a los traidores de este país en la plaza Sintagma, como los italianos hicieron con Mussolini en 1945.

Christoulas acudía sin falta a las marchas de protestas, con una pequeña bolsa bajo el brazo. Su hija Emy lo recordó como “un luchador de izquierda, un abnegado visionario”, y agregó: “Este acto final fue un acto político consciente, plenamente coherente con lo que creía y con lo que hizo en su vida. Para algunos soñadores el suicidio no es un escape, sino un llamado a despertar”. Su inmolación no fue del todo inesperada para aquellos que lo conocieron. Uno de sus vecinos, Thymios, un viejo de 91 años, dijo: “La forma en que lo hizo marcó la diferencia. Era un acto político. Yo solía decirle que salir a las calles era la única manera de protestar, pero en uno de nuestros últimos encuentros dijo: Voy a las calles y voy a los mítines, pero tal vez debería ir al Parlamento a volarme los sesos”.
Christoulas amaba la lectura y pasaba muchas veces por la librería de Elías Tsironis en su barrio. Su última compra fue un libro que analiza las similitudes de su patria con Pompeya, que padeció un sistema tan corrupto como el de la actual Grecia. “Fue un acto muy valiente”, dijo Tsironis al acudir al funeral. Un año atrás, Christoulas le había ofrecido al librero que fuera a su apartamento a tomar todos sus libros y regalarlos a personas necesitadas. Sobre su balcón aún ondean los jirones de la pancarta que él mismo había colocado y que dice “¡No voy a pagar!”, en alusión a los gravosos impuestos decretados por el gobierno.
“¡No es un suicidio, es un asesinato!”, “¡Gobierno asesino!”, proclamaban las pancartas de los miles de griegos que se lanzaron a las plazas a protestar por la infernal situación que llevó a Christoulas a quitarse la vida.
Un mes más tarde, en el barrio Metaxougerio, en la misma Atenas, Antonio Perris, un músico de 60 años se lanzó al vacío agarrado de la mano de su madre de 90 años. Perris también dejó una patética carta en la que responsabilizó al gobierno y a los bancos por su fatal sinsalida. Aquí está casi completa porque a pesar de su estoicismo refleja la miseria y el dolor a los que han sido sometidos millones de griegos:

A quien corresponda (con la esperanza de que responda):
Mi nombre era Antonios Perris, tenía 60 años y era un músico griego. Durante dos décadas cuidé de mi madre de 90 años que sufría de Alzheimer y recientemente fue diagnosticada de esquizofrenia.
Las residencias de mayores no querían aceptar a una anciana con tantos problemas. Cuando estalló la crisis, yo no estaba preparado para afrontarla. Vendí todas las propiedades que tenía pero me quedé sin nada para comer. Ayer mi madre y yo nos arrojamos al vacío, cogidos de la mano, desde la azotea de un quinto piso.
Antes de hacerlo, lancé en mi blog una última pregunta de auxilio a mis amigos poetas y músicos: ¿Alguien conoce alguna solución? Si les escribo ahora, ya no es por mí ni por mi madre pues nosotros hemos encontrado descanso. Si les escribo ahora es por las miles de personas en su país que están pasando por algo parecido a lo que estamos pasando los griegos. Hay una solución para ellos. Y la solución depende de ustedes. Ustedes pueden y deben hacerlo. Para evitar que haya otros hijos y otras madres que salten al vacío como mi madre y yo hemos hecho. Ya lo están haciendo también en su país aunque sus muertes no salgan en el telediario. Pero hay víctimas. Y otra mayoría de víctimas que sigue viva y resistiendo. Por ellos y por humanidad, señor presidente, señores ministros, señores y señoras diputados, hagan algo de inmediato.
[…] 350.000 familias han sido desahuciadas desde que esta estafa llamada crisis empezó a acribillarnos. Hay miles que siguen siendo desahuciadas cada mes por los mismos bancos que ustedes están salvando con el dinero de esos pobres que han cotizado durante años y han pagado sus impuestos. Ahora estas personas no pueden hacer ni eso. Son familias desempleadas, con niños, con ancianos, con enfermos. Hagan por un momento ese esfuerzo de imaginación que siempre eluden y piensen por lo que están pasando. Imaginen lo que es quedarse sin casa, tener miedo a esa llamada que va a echarte, dormir sobresaltado por cada ruido que puede anunciar el desahucio, la vergüenza de que tus hijos vean a la policía arrastrándote por la fuerza fuera de tu piso, la vergüenza después de pedir asilo en casa de un familiar, un amigo, quizá casi tan ahogado como tú y los tuyos, o lo que es peor, la humillación de quedarse en la calle o un albergue… No hace falta mucho esfuerzo para sentirse mal sólo de pensarlo.
Pues hagan con ellos lo mismo que han hecho con la banca. Oblíguenles a detener los desahucios. Oblíguenles a perdonar las deudas de hipoteca después de entregar la casa. Y oblíguenles a realojar a las miles de familias que lo necesitan en los miles de pisos que tienen vacíos y que siguen reteniendo para hacer negocio. Establezcan un alquiler asequible, estudien los casos pero realójenlos a todos. Momentos de excepción como éstos exigen medidas de excepción como las que han tomado para rescatar a la banca. Rescaten a las personas. Pueden hacerlo porque lo han hecho con los bancos. Les han salvado, impónganles condiciones a su rescate. Han nacionalizado a la entidad que ejecuta el 80 por ciento de los desahucios, están dispuestos a darle lo que necesiten y dicen que necesitan 15.000 millones. Este banco es nuestro, pongan ustedes las normas, salven a los que lo necesitan. Y háganlo ya. La vida de otros depende hoy de ustedes.
Mi madre ya no era capaz de saber lo que estaba pasando. Pero ustedes no tienen Alzheimer aunque a veces parezca que han olvidado dónde dejaron su conciencia. A lo mejor en mi lecho de descanso he llegado a creer por un momento que la tienen. Por eso me he atrevido a escribir estas líneas que pueden sonar ingenuas porque estamos construyendo un mundo en el que defender la justicia parece cosa de inocentes. Déjenme este último sueño antes de coger el que es eterno. Tiendan una mano a los que están a punto de arrojarse. Hagan algo.

Estas dos cartas, la oleada de suicidios y las huelgas y marchas y proclamas han encarado el vendaval de crisis, miseria y corrupción que se agravó desde que Grecia fue enganchada a los mercados globales y su economía atada a la comunidad económica europea manipulada por los poderosos bancos alemanes y franceses. En un primer momento, después de aceptar en 2002 al euro como su moneda, el país experimentó cierto crecimiento pero los precios se elevaron más que en los otros quince países que habían adoptado el euro. Los salarios se incrementaron pero no tanto como los precios de las mercancías y, por supuesto, continuaron alejándose de los pagados en las naciones más fuertes. El salario hora en 2006 era menos de la mitad del que se paga en Alemania, y el mínimo uno de los más bajos de Europa. Además, los obreros griegos se ven obligados a trabajar 2.152 horas anuales mientras los alemanes trabajan 1.430 y los franceses 1.544. El desmañado manejo de las inversiones, destinadas más a obras de infraestructura, al estilo de las hechas para los Juegos Olímpicos de 2004, no impulsó la producción propia y las exportaciones comenzaron a perder aún más terreno mientras crecían los déficits y la deuda pública. Hasta el poderoso sector bandera de la economía griega, el de los armadores, dueños de la flota más grande del mundo, encalló por las costosas inversiones en la renovación de sus barcos y la caída de los fletes en el mundo. En la primera década del nuevo siglo el comercio internacional había mermado más de un 12 por ciento. Para completar, el turismo, primer renglón de la economía griega, descendió dramáticamente y centenares de hoteles se arruinaron. Se precipitó entonces una fuga de capitales; millones de euros fueron retirados de las arcas bancarias y depositados en el exterior. Y mientras a los bancos y los ricos se les permitía ponerse a salvo y especular en el río revuelto de la crisis, desde Berlín y París y las oficinas del Fondo Monetario Internacional se dictaminaban las recetas para el “salvamento” de Grecia: “Aumentar la explotación de la fuerza de trabajo para hacer competitivo el capital griego. Paul Krugman y otros economistas lo dicen con todas las letras: hay que bajar los salarios (…) Esto significa también bajar las prestaciones sociales, aumentar la edad de retiro, disminuir los gastos sociales”, señaló en un ensayo el académico Rolando Astarita**.
Las pensiones de jubilación también fueron brutalmente recortadas, y con el resto de medidas contra el pueblo contribuyeron a disparar la tasa de suicidios en los últimos tres años. Entre 2000 y 2008 hubo una media anual de 366 suicidios, una de las tasas más bajas de Europa, pero entre 2009 y 2011 se quitaban la vida casi 600 griegos cada año. La expectativa de vida también ha venido disminuyendo ante la disyuntiva de tener que comprar o la comida o la medicina, como lo declaraba una desolada viuda griega en el documental Debtocracy.
Los únicos que quizás no sufren recortes son los militares griegos, uno de los cinco ejércitos del mundo que más compra armas, proporcionalmente más que ninguna potencia europea. Y quienes se las vende son, por supuesto, Alemania, Francia y EE. UU.
El tamaño del ejército griego es también un ofensivo despropósito. Mientras Alemania tiene uno de 250 mil hombres para una población de 82 millones, el de Grecia es de más de 150 mil para tan sólo once millones de griegos y un país sin conflictos desde hace más de medio siglo. El ancestral argumento de “la amenaza turca” es la única excusa para despilfarrar en tamaño aparataje bélico. Desde la guerra civil de finales de los 40 la exclusiva tarea del ejército es aplastar toda señal de inconformidad y rebeldía del pueblo griego.
Este puño de hierro sin duda complace a Ángela Dorotea Merkel, pero ella quisiera más, que Grecia trabaje más y pague más. Dos de los diputados de su coalición sugirieron con el más desvergonzado cinismo que lo que Grecia debería hacer era vender sus islas y la Acrópolis para pagar. Todo esto lo exige la Alemania que fue castigada por los tratados de Versalles y de Londres y rescatada por Occidente después de las guerras mundiales y que precisamente nunca pagó las deudas contraídas por esas condenas y rescates. EE. UU., por el contrario, convenció a una veintena de países, incluida Grecia, para que la mayoría de esas deudas le fueran condonadas a Alemania. No obstante, la misma Alemania acogotó a una Grecia ocupada, con un millón de muertos, para que la indemnizara por los costos de la guerra de 1881. Por ahora pregonan que han auxiliado a Grecia con cuantiosos préstamos de centenares de millones de euros. En febrero de 2012 la UE y el FMI aprobaron un segundo rescate por 164.000 millones de dólares El 15 de marzo de 2011 el Fondo ya había autorizado un préstamo por 28.000 millones de euros (36.000 millones de dólares).
El premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz ha opinado algo diferente sobre el verdadero destinatario de estos rescates: “La Unión Europea no ha rescatado a Grecia sino a los bancos alemanes”. Pero su admisión fue más explícita en una entrevista: “Cuando yo estaba en el Banco Mundial y fuimos "al rescate" de México, Corea, Tailandia o Indonesia, no, no estábamos salvando a esos países, sino a los bancos occidentales. Y puesto que no quisimos llamarle "el rescate de los bancos occidentales", decidimos que se trataba de un rescate a esos países. Y es lo que está pasando ahora: estamos rescatando a los bancos alemanes, por lo que debería llamarse así”.
En el propio parlamento europeo, Daniel Cohn-Bendit luego de detallar la venta de fragatas, aviones y helicópteros franceses y de submarinos alemanes a Grecia, exclamó: “¡Somos hipócritas, les damos dinero para que compren nuestras armas!” Otro alemán, el premio Nobel de Literatura Günter Grass, también se declaró “harto de la hipocresía de Occidente” y en su poema Lo que hay que decir, calificó a Israel de amenaza para la paz mundial y condenó la venta de Alemania a Israel de submarinos con ojivas que podrían ser utilizados en una ofensiva contra Irán.
Dos meses después el escritor de 84 años difundió otro poema, La vergüenza de Europa, que acusa a Alemania de envenenar a Grecia. En uno de sus apartes dice:

Desnuda en la picota del deudor, sufre una nación
a la que dar las gracias
era antaño lo más natural.

En su llamamiento del 12 de febrero de 2012, el compositor de la música de Zorba el griego, Mikis Theodorakis, de 86 años, ante una manifestación en la plaza Sintagma contra la adopción del nuevo memorándum impuesto por la Troika (Comisión Europea, Banco Centraleuropeo y el FMI) a Grecia, dijo:

Actualmente consagro todas mis fuerzas a unir al pueblo griego. Intento convencerlo de que la Troika y el FMI no son la única salida. Que hay otra solución: cambiar el rumbo de la nación (…) Propongo no comprarle más material militar a los alemanes y a los franceses. Haremos todo para que Alemania nos pague las
reparaciones de guerra debidas. Estas reparaciones se elevan, con los intereses, a 500 millardos de euros.
La única fuerza capaz de hacer estos cambios revolucionarios es el pueblo griego, unido en un frente de Resistencia y de Solidaridad para que la Troika sea expulsada del país. Paralelamente, hay que considerar como nulos y sin valor todos los actos ilegales (préstamos, deudas, intereses, impuestos, compras de riqueza pública). Por supuesto, los socios griegos –que ya han sido condenados en el espíritu de nuestro pueblo como traidores–, deben ser castigados.
Estoy enteramente comprometido con este propósito (la unión en un frente) y estoy persuadido que lo lograremos. Yo tomé las armas contra la ocupación hitleriana. Conocí los calabozos de la Gestapo. Fui condenado a muerte por los alemanes y
milagrosamente sobreviví. En 1967, fundé el PAM (Patriotikò Mètopo - Frente Patriótico), la primera organización de resistencia contra la junta militar. Pasé a la clandestinidad. Fui arrestado y encarcelado en el "matadero" de la policía de la junta. Finalmente, también sobreviví. Hoy tengo 87 años, y es muy probable que no estaré más el día que mi amada patria sea salvada. Pero moriré con la conciencia tranquila, porque continuaré para cumplir con mí deber con los ideales de libertad y derecho.

Desde los tiempos de la Gerusía en Esparta, ese consejo constituido por 28 hombres mayores de 60 años que legislaba al lado de los reyes, Grecia ha sabido escuchar a sus ancianos. Hace nada, otro griego viejo y valeroso de camisa agujereada, sorprendió al mundo con su sabiduría de discípulo de Demócrito. Es un poeta y pintor y se llama, no lo olvidemos, Nanos Valaoritis. “Los rumores y falsas informaciones contra Grecia —dijo— son similares a los que se difundieron sobre Serbia para arrebatarle Kosovo. Alemania está volviendo a sus viejos hábitos de buscar la supremacía en Europa, y está usando su poder económico para este propósito. Alemania está usando a Grecia como territorio de prueba para crear un nuevo imperio romano”***. En su manifiesto «Occupy Germany», Valaoritis escribió: “…En 2000, los grandes bancos mundiales comenzaron el ataque contra la humanidad. Se han perdido millones de empleos; millones de personas han perdido sus ahorros, sus trabajos, sus casas y su seguridad social. Los autores de la crisis permanecen impunes… se han convertido en una amenaza para las naciones de la tierra... También la prensa ha fracasado como cuarto poder, faltando a la verdad...”. Finalmente añadió aludiendo a una solución: “Cualquiera que sea el futuro, va a ser difícil”.

Pero desde tiempos aún más remotos, los griegos también han sabido invocar la cólera. Hombro a hombro con sus iracundos veteranos de incontables guerras, jóvenes, mujeres, estudiantes y trabajadores se han avalanzado sobre las plazas y calzadas a combatir contra la iniquidad de las potencias y los bancos internacionales. Centenares de pancartas como la que aún cuelga en el balcón de Dimitris Christoulas, han sido izadas sobre los riscos del monte del Partenón y, como hace milenios en Creta y en la ciudad Arcesine de Amorgos, los griegos de hoy también quieren impugnar los expoliadores cobros de los impuestos y conseguir el elemental derecho a tener una casa donde vivir y un pedazo de tierra para cultivar.

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* Tsolakoglou fue el primer ministro del vergonzoso régimen colaboracionista que sojuzgó a Grecia durante la ocupación nazi entre 1941 y 1942, y Christoulas califica como iguales a los actuales gobiernos de su país.

** Cifras de esta párrafo han sido tomadas de su texto: http:/www.trasversales.net/t19ragre.htm

*** Crónica de David Guzmán Jatica de El Comercio de Lima reproducida en El Tiempo de Bogotá del 15 de junio de 2012.

 

 

 

 

 
 
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