El fogonero

 

 

FRANCISCO MOSQUERA OTROS ESCRITOS I

(1971-1976)

 


2. COLOMBIA RECHAZA

AUTONOMÍA PRECARIA

 

Tribuna Roja, No 2, agosto de 1971


En los discursos de los presidentes de la República al congreso, como el que pronunciara Misael Pastrana Borrero el pasado 20 de julio para dar comienzo a un nuevo período de la pantomima parlamentaria, se tocan todos los temas, se anuncian montones de proyectos y medidas contra las masas trabajadoras, se responsabiliza al pueblo de las calamidades públicas, se alaba a la Iglesia y se agradece el "patriotismo" de las Fuerzas Armadas por el fiel cumplimiento de sus labores represivas y el respeto a la Constitución, es decir, por no haber dado el golpe de Estado tan célebremente conocido en los países neocoloniales de América Latina como el clásico "cuartelazo". No falta tampoco en estos discursos la consabida llamada de atención al desacreditado Parlamento para que guarde una mejor compostura y contribuya a favorecer por lo menos las apariencias del sistema. Pero entre toda la cháchara oficial hay algo que se está volviendo fórmula ritual, manifestación obligada de todos los gobernantes que llegan al palacio presidencial, y es la expresa declaración de que nuestro país no puede prosperar y desarrollarse económicamente basándose en sus propios esfuerzos, sino que requiere del tutelaje de los monopolios imperialistas, de la "colaboración" del imperialismo yanqui, principal saqueador de nuestros recursos y causa principal de nuestro atraso.

Misael Pastrana en su mensaje al Congreso, sostuvo que nuestro país es incapaz de resolver los problemas del desarrollo por sus propios medios: "Si se tiene en cuenta el tremendo incremento de los precios de los productos manufacturados externos y las cuantiosas sumas que debemos destinar a cubrir los compromisos provenientes de la amortización de créditos internacionales y el mayor cúmulo de necesidades que golpea con impaciencia sobre nuestras posibilidades de empleo, resulta forzoso concluir en la precariedad de nuestra autonomía para dirigir solos con nuestros propios medios el desarrollo integral del país". ¡Se ha visto jamás tal cinismo! Se utilizan como argumentos para sustentar la traidora y antipatriótica tesis de la necesidad de la "colaboración" imperialista y de la "precariedad de nuestra autonomía", precisamente las mismas consecuencias de la dominación imperialista que impide nuestra independencia, autonomía y desarrollo. No es pidiendo la "colaboración" al imperialismo, sino expulsándolo del sagrado territorio patrio, como vamos a resolver nuestros problemas.

Los veinte millones de colombianos no aceptamos la "autonomía precaria" pregonada por el títere de turno. Exigimos la defensa integral de nuestra soberanía como nación y el respeto incondicional a los derechos de autodeterminación de nuestro pueblo. No hay en el mundo un poder que haga renunciar al pueblo colombiano a estas carísimas exigencias. Ni el aparente poderío de los Estados Unidos, ni la traición de un puñado de vendepatrias impedirán al pueblo de Colombia hacer valer sus derechos e intereses.

La gran tragedia colombiana, al igual que la del resto de los países neocoloniales de América Latina, es estar bajo la dominación del imperialismo yanqui. Todos los problemas actuales del país, absolutamente todos, tienen en esa dominación su causa principal. El imperialismo mantiene las relaciones feudales en el campo y estrangula el capital nacional. Los monopolios norteamericanos controlan y explotan el petróleo, los minerales, la fauna, la flora y el resto de nuestros recursos naturales; nos venden cada vez más caros los productos de su industria y nos compran cada vez más baratos nuestros productos agrícolas y materias primas. Las pocas empresas importantes del país pertenecen exclusivamente o están infiltradas por el imperialismo en altos porcentajes. Mediante el control financiero, las regalías, el derecho de patentes y marcas, la llamada asistencia técnica y la facturación fraudulenta, el imperialismo exprime a la industria nacional. A través de los préstamos de sus organismos financieros, el imperialismo mantiene a Colombia en una permanente situación de endeudamiento, condiciona la actividad económica del país y saca jugosas ganancias. Estados Unidos selecciona y sostiene los mandatarios colombianos, a los cuales les traza las políticas que mejor correspondan a sus intereses imperialistas. Todas las reformas, como la agraria, la universitaria, la urbana, la administrativa, los planes de "empleo" y "desarrollo" y el resto de proyectos que hacen parte de los programas del Gobierno, son dictados por Washington. Las Fuerzas Armadas de Colombia reciben el "asesoramiento" de las respectivas comisiones del ejército norteamericano. El imperialismo ejerce igualmente la opresión cultural por medio de su influencia determinante en los órganos de difusión, la educación, la investigación y el arte.

Tal es deplorable cuadro que presenta Colombia. El hambre, la desnutrición, la mortalidad prematura, la miseria de las masas populares, son el macabro resultado de la inmisericorde explotación imperialista. Por lo tanto, la tarea principal de la revolución colombiana en la presente etapa es la liberación nacional. Ninguno de los cambios revolucionarios que hoy demanda Colombia podrá darse si no se rompe con el yugo neocolonial de los Estados Unidos. La defensa de la soberanía nacional y de la autodeterminación de nuestro pueblo es el primer deber de todo colombiano leal a Colombia, e implica una dura y prolongada lucha. Participan en esta lucha el proletariado y el campesinado, fuerzas principales de la revolución, la pequeña burguesía y los intelectuales, e inclusive la burguesía nacional que tiene contradicciones con el imperialismo yanqui y con sus lacayos, la gran burguesía y los grandes terratenientes. La formación de un amplio frente único antiimperialista, integrado por todas estas fuerzas revolucionarias y bajo la dirección del proletariado, es condición fundamental para el triunfo de la revolución colombiana.

Contra esta política revolucionaria de liberación nacional se levantan, además del puñado de grandes burgueses y grandes terratenientes que detenta el poder, los oportunistas de derecha y de "izquierda" que niegan y se oponen a la lucha antiimperialista. Entre estos oportunistas se halla la camarilla de renegados revisionistas dirigente del Partido Comunista de Colombia, que combate rabiosamente la lucha del pueblo colombiano contra las distintas políticas de dominación neocolonial del imperialismo yanqui; y los grupos del oportunismo de "izquierda", quienes, agitando banderas seudosocialistas, pregonan que la tarea actual e inmediata de la revolución es implantar el socialismo en Colombia, oponiéndose con esta "teoría" a la unidad nacional contra el imperialismo y tratando de enfrentar las fuerzas que sufren la opresión imperialista. Si Colombia no se libera de la dominación extranjera ni realiza las transformaciones democráticas de la actual etapa revolucionaria no podrá jamás pasar al socialismo. Quienes se enfrentan a la lucha contra el imperialismo y por las transformaciones democráticas de la actual etapa revolucionaria son enemigos de la revolución, del socialismo, del proletariado y del pueblo colombiano, así se disfracen de comunistas, socialistas o marxistas. El proletariado derrotará a todas estas alimañas, unificará al pueblo y coronará exitosamente la revolución de nueva democracia, cuya tarea principal es la liberación nacional. Nuestro pueblo, basándose en sus propios esfuerzos y desarrollando su capacidad inagotable, conquistará la victoria y construirá un porvenir próspero y feliz.

Una vez libre, soberana y autónoma, Colombia establecerá relaciones en pie de igualdad, de mutuo beneficio y respeto a la soberanía y autodeterminación de las naciones y pueblos, con todos los países y gobiernos del mundo. Tendrá el apoyo del proletariado mundial, de los países socialistas con la República Popular China a la cabeza y de todos los pueblos, con los cuales establecerá relaciones de mutua ayuda y cooperación. Esta es la política más justa, la que corresponde a los intereses de Colombia y del pueblo colombiano, la única política revolucionaria de lucha contra el imperialismo y de defensa de la soberanía nacional y de la autodeterminación de nuestro pueblo.

 

 
 
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