El fogonero

 

 

 

FRANCISCO MOSQUERA

OTROS ESCRITOS I

(1971-1976)



15. EL SECUESTRO DE MERCADO

Y SUS IMPLICACIONES

 

Tribuna Roja, No. 20, marzo de 1974

La desaparición de José Raquel Mercado, presidente de la Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC), y la espectacularidad con que los principales medio informativos han reproducido comunicados y fotografías alusivos al hecho, atribuido a una organización conocida como M-19, sirven de pantalla para montar un bien preparado plan represivo y terrorista contra los partidos y las publicaciones contrarias al régimen. El ambiente creado facilita en las condiciones actuales los inconfesables propósitos de quienes en los últimos meses, con sorprendente libertad, han venido recurriendo a las bombas, a los atentados personales y al terror para acallar por la vía más rápida las voces chocantes a los oídos de los intereses prevalecientes. A la prefabricación del clima intimidatorio que facilite las medidas fascistoides a gran escala, coadyuvan ciertos mensajes y resoluciones de los comités directivos de la UTC y CTC, o de una que de otra federación afiliada a estas confederaciones, en los cuales prácticamente se exige al gobierno procesa sin contemplación contra las organizaciones y fuerza de izquierda.

El secuestro de Mercado no se compagina en ningún momento con las formas de lucha que la clase obrera colombiana adelanta para desenmascarar, aislar y expulsar de las filas del movimiento sindical a los esquiroles y vendeobreros. El sindicalismo independiente contabiliza significativos triunfos en la gran batalla por debilitar a las camarillas directivas de la UTC y CTC y desbrozar el camino de la unidad obrera. Desde la entrega del paro de enero de 1969, cientos y cientos de organizaciones sindicales han abandonado las centrales patronales. Cada vez resulta más claro para los trabajadores colombianos que tales camarillas son agentes de las clases dominantes proimperialistas y que su principal función consiste en prestar a los baluartes de la reacción ayuda oportuna, siempre que éstos se hallan en serias dificultades. Lo mismo en la lucha económica que en la lucha política.

Pero no se crea que las luchas de la clase obrera contra la costra sindical oportunista han sido una reyerta pasajera. Representan años de combatir constante y duro, unas veces clandestinamente para eludir la carta de despido a los guardianes del orden, otras a través de las huelgas y paros para conquistar las justas peticiones y defender sus organizaciones. Siempre contra las oficinas de trabajo que ilegalizan asambleas desfavorables a los empresarios y a los esquiroles, congela los fondos de los sindicatos combativos, persiguen en mil formas a los cuadros más activos y avanzados. Por su noble causa han muerto o purgado cárcel muchísimos obreros. La fiereza de la contienda radica en que el imperialismo y sus lacayos le temen como a la peste a un movimiento obrero independiente. Para tratar de impedir su desarrollo se encuentra decididos a emplear todos los medios a su alcance, preferencialmente los instrumentos represivos de la maquinaria burocrática y militar del gobierno de turno. En las sinuosidades de la lucha los obreros han aprendido que para derrotar a sus despiadados enemigos no sirven las acciones aisladas. Sólo las formas de combate que facilitan o resultan de la movilización y participación masiva de la aplastante mayoría de los trabajadores que pueden garantizar el triunfo.

El secuestro de Mercado nada tiene que ver con los métodos empleados por la clase obrera para deshacerse de las camarillas directivas de la UTC y CTC. Es más, éste ocurre en un momento en el cual la central cetecista y su presidente habrían llegado a un punto culminante de descrédito y debilidad, como resultado de la acción combativa de centenares de miles de obreros durante dos lustros continuos. El número reducido de sus organizaciones filiales y las crecientes divisiones internas ubican a la CTC al borde de la liquidación. Otro tanto comienza a ocurrirle a la UTC. En todo caso la mayoría abrumadora del sindicalismo colombiano ya no se agrupa bajo sus siglas. En tales circunstancias la desaparición de Mercado y la batalla producida a su alrededor únicamente pueden favorecer los lamentos del sector empresarial ante el desprestigio y la bancarrota de las centrales patronales.

Para nadie es un secreto que el MOIR impulsa desde su nacimiento la lucha frontal contra las camarillas vendeobreras y por la unidad del movimiento sindical, con el propósito de lograr a la postre la creación de una única central dirigida y controlada por los trabajadores colombianos. Jamás nuestro partido ha recurrido a las acciones individuales de la lucha de las masas, al secuestro ni al atentado personal. Consideramos de principio que sólo el pueblo, mediante su lucha masiva y las formas de organización adecuadas podrá coronar la victoria y juzgar a sus enemigos y verdugos.

Pescando en río revuelto, algunos órganos de la gran prensa han echado a rodar la especie de que el MOIR, según una supuesta declaración de un compañero, sindica a la CIA como la responsable del secuestro de Mercado. En relación con el suceso que nos ocupa, nuestra agrupación partidaria cuenta exclusivamente con la información noticiosa que se hace circular a diario, y mal podría por lo tanto señalar la autoría o las causas de la desaparición del presidente de la CTC. Cualquier vinculación en uno u otro sentido que se quiera hacer del MOIR con el comentado secuestro no deja de ser una provocación siniestra, tendiente a atizar la división en el campo revolucionario o a facilitar la persecución y el terror blanco contra las fuerzas populares y de avanzada.

No queremos cerrar este comentario sin referirnos a un acontecimiento que repercute gravemente en el movimiento sindical colombiano: la declaración conjunta de la CTC y de la CSTC, cuyo texto completo fue publicado por “El Espectador”, el 28 de febrero pasado. Esta declaración configura el retorno de los directivos de la CSTC a las viejas andanzas de buscar la unidad sindical con las camarillas vendeobreras. Pero la gravedad estriba en que, utilizando el secuestro de Mercado, y en los momentos de mayor dificultad para la coalición liberal–conservadora gobernante, se tiende la mano a la dirección cetecista y se propone una unidad obrera en base a tesis francamente conciliacionista.

En la mencionada declaración se sostiene, por ejemplo, que el “secuestro del presidente de la CTC, compañero José R. Mercado”, “se trata de una consecuencia de la inseguridad que vive el país, en la cual están interesados los sectores que aspiran a llevar la nación a una dictadura abierta y terrorista que estaría enfilada contra los más auténticos intereses nacionales”. Mientras se denuncia las aspiraciones de determinados sectores de implantar una “dictadura abierta y terrorista” y se condena la “inseguridad que vive el país”, la declaración silencia la naturaleza de dictadura abierta antipopular y represiva del régimen de López Michelsen, cuya política proimperialista es contraria a los intereses nacionales y responsable de la inseguridad social actual del país. Por el contrario, se dice que “el gobierno tiene en sus manos todas las herramientas y medios para establece e informar a la Nación sobre el paradero o la suerte que haya corrido el dirigente sindical y presidente de la CTC, José R. Mercado, por lo que solicitamos lo haga”. ¿No es esta petición –preguntamos – una implícita autorización para que el gobierno siga actuando a sus anchas con “todas las herramientas y medio” que “tiene en sus manos”, intimidando a la población y desplegando allanamientos masivos a casas de gentes revolucionarias y que ninguna relación guardan con el secuestro de Mercado? Y el lenguaje que se emplea para combatir el régimen lopista se dosifica en expresiones como la “indolencia del gobierno”, la “anuencia o lenidad del Ministerio de Trabajo” en el manido criterio de que el estado de sitio ha servido “para que los sectores más regresivos ganen mayores posiciones en el gobierno”.

En el fondo la declaración conjunta de la CTC y CSTC es una quejumbre por la situación, y las perspectivas de unidad sindical que se consignan se reducen a determinadas reivindicaciones económicas o a llamamientos liberales como éstos: “conformemos un movimiento unitario capaz de garantizar la vida y derechos de los ciudadanos”, “luchar por la unificación del movimiento sindical, para erradicar de nuestra patria la injusticia y la inmoralidad reinantes”. Todo lo cual en abstracto, velando la realidad más palpitante de Colombia, que somos una neo–colonia de los Estados Unidos y que únicamente la liberación nacional del yugo imperialista garantizará la solución a todos los males de la nación. La unidad del movimiento obrero debe girar alrededor de esta tesis correcta y revolucionaria, sin cambiarla por el economismo ciego y vulgar que aún campea en las filas sindicales. Así lo proclamaron los encuentros unitarios de 1972 y1973 y el Encuentro Nacional Obrero del 12 de octubre d e1974, con la participación entonces de las directivas de la Confederación Sindical de Trabajos de Colombia.

 

 

 
 
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