El fogonero


 

FRANCISCO MOSQUERA

OTROS ESCRITOS II

(1977-1994)

 

 

16. LA PARODIA DEL PARO

 

Tribuna Roja No 40, noviembre de 1981

Para nadie ha sido un secreto que el MOIR alertó a la clase obrera respecto a los buscadores de fortuna política que trataron de ganar puntos apostando al “segundo paro cívico nacional”, consigna que no contaba con condiciones para llevarse a cabo y, por muchos de los propósitos abiertos u ocultos de sus propaladores, tendía solo a la conciliación con el enemigo. No es que dudemos que este gobierno merezca uno, dos o hasta más paros obreros, nacionales y cívicos; o que al pueblo le falten justificadas razones para expresar su descontento con las deudas seculares de dolor y de sangre que sus explotadores y verdugos le tienen contraídas. Sin embargo, no basta señalar que la explotación y la represión han llegado a límites inauditos para que sea aconsejable una determinada acción. En la víspera de cualquier batalla, y sobre todo cuando se pone en juego la estructura organizativa, perseverante y costosamente levantada, el proletariado debe tener muy presente por lo menos dos factores claves: si lo objetivos corresponden a los intereses de clase y si la correlación de fuerzas resulta favorable. En el caso que nos ocupa, ni aquellos ni ésta se mostraron propicios.

El lanzamiento de la consigna del paro estuvo antecedido de una insistente campaña por la paz y la reconciliación nacionales. Se parte del supuesto de que con el levantamiento del estado de sitio y de sus disposiciones más coercitivas y aberrantes, agregado a la aplicación de unas cuantas reformas económicas y sociales, queda expedita la senda para un grande entendimiento, un gran pacto, una gran convergencia democrática entre todas las clases y sectores, bajo la cúratela del gobierno. Pocas propuestas como esta han recibido el aplauso unánime de las múltiples banderías y matices en que se encuentran parceladas las colectividades de las oligarquías dominantes. El señor López Michelsen la insertó en el programa de su nuevo “mandato de hambre, demagogia y represión”. El señor Lleras Restrepo y su pupilo Luis Carlos Galán la vienen patrocinando fervorosamente. El partido conservador, no obstante sus naturales prevenciones, la mira con simpatía. Turbay Ayala decidió ya la conformación de una flamante “comisión de paz”. A los responsables de la tragedia de Colombia, los intermediarios de los monopolios imperialistas, los saqueadores de los recursos naturales y del trabajo del pueblo, los mandamases de siempre, les viene de perlas que en medio de su desbarajuste la oposición, disfrazada de revolución, les tienda la mano amistosa para que, como dicen los capitulacionistas: “emprendamos, unidos, la búsqueda del país perdido”, y puesto que “todos sabemos cuando se perdió, pongámonos de acuerdo en encontrarlo y rescatarlo”(1).

Precisamente quienes montaron el simulacro de paro, los dirigentes del Partido Comunista y de la CSTC, han sido los más oficiosos propagandistas de dicho avenimiento. Últimamente, en decenas de comunicados y declaraciones y con diversas palabras, los cabecillas del mamertismo le han reiterado al régimen que “más que pedirle, le ofrecemos, primordialmente nuestra contribución a la apertura de tranquilidad que tan urgentemente está solicitando nuestro país y punto en el cual tanto el señor presidente como nosotros nos encontramos de acuerdo”(2). El 10 de octubre, en compañía de otras fracciones oportunistas le cumplieron la cita de “concertación” al presidente Turbay, en donde, junto con la crema de la oligarquía colombiana y de los esquiroles de las centrales amarillas, refrendaron un ominoso respaldo a “nuestro sistema jurídico-político y a las instituciones que lo sustentan”(3). ¿Vale la pena mover un dedo o parar una fábrica por semejantes objetivos? ¿Conviene arriesgar un solo sindicato para ir tras la política de la reacción y sacar de sus crecientes aprietos a los refaccionadores del sistema? ¡Tanta alharaca, tantos aspavientos de rebeldía, tantas decisiones desesperadas, para encubrir la desnuda traición con la hoja de parra del 21 de octubre!

Debido a la crisis económica que conmociona al imperialismo norteamericano y lo inclina inexorablemente a redoblar la explotación de las naciones sometidas, y debido a la bancarrota de la producción nacional que aumenta sin cesar la carestía y el desempleo, a Colombia le tocará recorrer un buen trecho de enconados conflictos políticos y sociales. Dentro de esa perspectiva la minoría gobernante acentuará, con legalidad o sin ella, la violencia sobre las mayorías expoliadas y antes de coronar la revolución al pueblo colombiano le aguardan privaciones sin cuento y heroicas peleas a las que no puede concurrir improvisadamente, coadyuvando a los fines de los oportunistas.

La consigna del “segundo paro cívico” se agitó ininterrumpidamente durante cuatro años. Ayudó a las componendas con el gobierno de los integrantes del llamado Consejo Nacional Sindical, especialmente de los dirigentes de la UTC y CTC que no han perdido ocasión para condecorar ministros, bendecir las disposiciones oficiales en materia de orden público y recoger las moronas del ponqué presupuestario. Suministró el motivo para la constitución de los comités preparatorios que luego tornan en núcleos de propaganda electoral de los revisionistas. Aumentó el entusiasmo de la grupusculería por la “agudización de las luchas” y los “combates decisivos”. Y dio pábulo a las calumnias contra el MOIR, por no haberse prestado éste a tamaños embelecos. Sin embargo, esta socorrida tramoya, pese a que se mantuvo en cartelera durante tanto tiempo, aportó muy poco a las tareas de cohesionar las filas de los trabajadores y de educarlos en una táctica correcta.

En 1977, la jornada del 14 de septiembre fue posible por la coincidencia de variadas contradicciones, y entre ellas los agrietamientos surgidos en la coalición oligárquica, que obligaron a la UTC y CTC a comprometerse con la protesta, prevista como tal, y una protesta llana y simple, sin comisiones negociadoras ni conciliadores. Es de público conocimiento que nosotros respaldamos y participamos activamente en las movilizaciones de ese día, así nuestros detractores se empeñen tontamente en negarlo. En 1981 no se dieron ninguna de las circunstancias de aquella memorable batalla, cuando la clase obrera y el pueblo le propinaron una buena tunda al régimen. El 21 de octubre no pasó de ser una parodia del 14 de septiembre, fruto del acorralamiento y del desespero en que han ido cayendo los revisionistas y sus amigos. El proletariado no prestó ningún cuidado a sus necedades. Ni siquiera los obreros de la CSTC aceptaron la burocrática determinación. Lo único que obtuvieron los artífices de la aventura fue envalentonar al gobierno, que ya procedió a suspender personerías jurídicas y a autorizar los despidos en las fábricas y demás establecimientos. Por su dirección, por sus objetivos, por el escaso grado de preparación, por la división del movimiento sindical, por el reflujo temporal de la lucha de las masas, no había condiciones para que los oprimidos les plantearan a los opresores un cese de envergadura nacional.

Lo único reconfortante consiste en que la clase obrera sabrá sacar las experiencias pertinentes. ¡Que los futuros sepultureros del sistema oligárquico descubran la importancia de guiarse sin claudicaciones por una estrategia revolucionaria, y la conveniencia de aplicar una táctica flexible que les permita avanzar en el zigzagueante sendero de la lucha! ¡Brindemos por eso!

 

Notas

1. Cita extraída de la solicitud hecha al gobierno por el Partido Comunista, Firmes y miembros de los partidos tradicionales con el objeto de buscar un gran entendimiento nacional que salve a Colombia de la crisis. El Tiempo, julio 31 de 1981.

2. De la carta enviada a Turbay Ayala por parte de concejales del Partido Comunista y publicada en El Espectador, el 7 de agosto de 1981.

3. El Espectador, octubre 11 de 1981

 


 
 
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