El fogonero

 

 

 

FRANCISCO MOSQUERA

OTROS ESCRITOS II

(1977-1994)

 

 

20. NUEVO INTENTO

 

Tribuna Roja No 52, julio 29 agosto 11 de 1993

 

El Comité Ejecutivo Central tomó la determinación de revivir su órgano de expresión después de más de siete años de receso del mismo. La medida se torna indispensable debido al incremento del saqueo del imperialismo yanqui, los combates de las masas por defenderse y la influencia del Partido en aumento. Lenin sostenía que el periódico era un centro organizador por excelencia. No obstante encontramos desemejanzas sustanciales entre lo sucedido en Rusia en aquella época y lo que ha pasado en Colombia. Allá existían bastantes grupos revolucionarios de nivel local perdidos en vastos territorios, a los cuales había que unir bajo una sola jefatura y una sola concepción. Aquí nació muy temprano el revisionismo contemporáneo tras el auspicio creciente del extinto bloque soviético, mientras que el MOIR se hallaba destinado a surgir y desarrollarse en una permanente marcha hacia la periferia, en medio del sistemático acoso del mamertismo y el extremoizquierdismo.

Con el sostén de núcleos avanzados de la clase obrera y a partir de las principales capitales distribuimos en las regiones a incontables militantes, la llamada generación de los descalzos. Así estructuramos nuestras fuerzas a lo largo y ancho del país. Ese proceso vital coincidió más o menos con otro acontecer hasta cierto punto heroico, el alumbramiento de Tribuna Roja, cuyo primer editorial ya insistía en una línea proletaria de la revolución colombiana.

El mantener una publicación de tal naturaleza se ha tornado con los tiempos casi que inalcanzable, a causa de los abismos económicos cada vez más hondos entre la gran prensa y las páginas de las agrupaciones de escasos recursos. Las complejidades de la técnica, los montos de inversión, la omnipotencia de la propaganda comercial y aun los rigurosos requisitos del reparto, deciden. Al principio, en el despunte de los setentas, recurrimos al taller artesanal, y los tirajes no superaban los tres mil, cinco mil ejemplares. Luego nos pasamos a las rotativas de algunos de los diarios establecidos, en donde padecíamos los inconvenientes de la dependencia: los turnos, las demoras, los caprichos de los editores. Sin embargo, conseguimos impresiones hasta de cientos de miles de copias. Lo que no logramos fue la regularidad, salvo en una u otra temporada de elecciones. Por ello a nuestro "periódico" lo llamábamos el "esporádico".

Poco a poco se recrudecieron los factores negativos. Los fondos, producto de las ventas, cayeron verticalmente arrastrados por los brotes de indisciplina. Las deudas crecieron sin cesar y, a la postre, los problemas del financiamiento terminaron emitiendo su fallo inapelable. Clausurada la casa de labores y editado el último número, el 51, en marzo de 1986, el ciclo quedó concluido. Sin prensa propia apelamos a la publicidad política pagada en uno de los principales medios de comunicación, con el objeto de expresar nuestro punto de vista acerca de los asuntos candentes y llevar el mensaje a amplios sectores de la población.

En el desenlace contribuyeron, por supuesto, los vaivenes del acaecer político. Con el ascenso de López Michelsen y la invasión de Castro a Angola, a mediados de la década del setenta, se alborotó el cotarro procubano, cuyos mandos, con el aliento de tendencias como el M-19, creyeron que había sonado la hora de la insurgencia. Después, Turbay Ayala rompería las relaciones diplomáticas con la Isla al saberse de la decisiva colaboración de ésta con los planes bélicos de los terroristas. Mas con el triunfo de Betancur llegarían al paroxismo los entusiasmos de los insurrectos errantes, quienes expandieron sus bárbaras acciones al socaire de los diálogos de "paz". De cualquier manera, para el Partido representó un decenio de retrocesos, escisiones y pérdida de zonas importantes.

Al final del túnel nos hallábamos exhaustos y reducidos, pero promisorias claridades vendrían en nuestra ayuda. La amenaza de la superpotencia de Oriente que con tanta meticulosidad había trenzado su malla expansionista, desapareció intempestivamente del escenario mundial. No cabía duda de que el Kremlin, tras cambiar de color, hizo mal sus cálculos. Concentró desproporcionadas sumas en el fortalecimiento de sus arsenales, descuidó el resto de las industrias y acometió costosísimas aventuras de conquista que muy poco redituaban. Quedó también comprobado que las guerras de los cubanos, libios, vietnamitas y hasta de los sirios corrían por cuenta de Moscú. Con el descalabro general cundieron incluso las penurias entre estos pueblos que se ufanaban de sus adelantos, un progreso artificioso y a debe. Hoy Castro va a los foros internacionales cabizbajo, con carita de yo no fui, a pedir cual mansa paloma trato comprensivo para su descaecida nación, amén de otras cosas. Y los inventores de la "combinación de todas las formas de lucha" se percataron de pronto que sus viejas fuentes de ingresos estaban secas y que su buena estrella ya no fucilaba en el horizonte.

Para nosotros la perspectiva es la contraria. Pareciera como si nos hubiésemos ganado el derecho de empezar otra vez. Retornamos con redoblados ímpetus al movimiento obrero y contribuimos a construir la CTDC, primero, y la CGTD, después. Se nos multiplicaron las oportunidades de vinculación a las gentes de la ciudad y el campo, aprovechando la influencia sindical y recogiendo el descontento nacional que irrumpe con cada una de las disposiciones oficiales, siempre regresivas, despóticas, antipatrióticas y antipopulares. Ante las dificultades de los enemigos y el desbarajuste de Colombia, una descomposición sin antecedentes y en todos los ámbitos, podemos aspirar, con realismo, a ponernos a la cabeza del desenvolvimiento revolucionario.

El Partido está obligado a orientar, atender la infinidad de contradicciones derivadas de la imposición de la apertura económica, una exigencia con la que Estados Unidos piensa salir de la recesión, contrarrestar los efectos de la guerra comercial desatada en el globo entero y volver al hegemonismo. Los pueblos de América Latina sienten en carne viva los escozores de este acentuamiento de la neocolonización, que requiere como preseas la máxima merma de los salarios, el aplastamiento de los sindicatos, el fin de las prestaciones sociales, la absoluta dominación cultural, la quiebra de la industria y el agro, la privatización de las empresas estatales... Sin excluir el envilecimiento de nuestro idioma, ni hacer excepción de la ley marcial o de las invasiones. En tales circunstancias no conseguiremos dirigir si nos reducimos a las reuniones de los organismos; precisamos de la palabra escrita aun cuando sólo alcance para unos miles de cuadros y activistas, o unos cientos de frentes.

Ante las acucias de la hora requerimos, como nunca jamás, de la cohesión ideológica y táctica; del freno al aburguesamiento del Partido. He ahí uno de los papeles esenciales de Tribuna Roja.

La intención en esta segunda etapa consiste en convertirla inicialmente en un quincenario, y más tarde, en menos de seis meses, sacarla cada ocho días. Partimos de la base de enmendar errores, abandonando lo más posible las prácticas artesanales, y pretendiendo acercarnos a los logros de la técnica editorial, sin olvidar, por supuesto, las limitaciones, algunas insuperables. Siendo que la impresión corresponde al contratista, la idea es escribir, corregir, levantar y armar el periódico por nosotros mismos. Tareas o pasos que quedarán a cargo de la Comisión de Redacción, ya designada y en pleno funcionamiento.

Para ello montamos una infraestructura básica, que nos ha costado varios millones de pesos y abarca escritorios y mesa de juntas, máquinas de escribir y dos computadores, laboratorio fotográfico y archivo, más un telefax con el que recibiremos en minutos los comentarios o noticias de dentro o fuera, incluidos los despachados por la célula de militantes de Estados Unidos, de grande experiencia. Designamos un director (el compañero Naranjo), un gerente, una archivadora, un jefe de redacción y levantador de textos, un fotógrafo con sus respectivos asistentes. A los tres últimos los hemos profesionalizado y son de dedicación completa. Las recolectas entre miembros y amigos cubrieron los costos.

Otro aspecto organizativo previsto estriba en la creación de un nutrido grupo de colaboradores de cien o más personas, que nos mantengan informados de cuanto ocurre en municipios, veredas y barriadas. Queremos que a la lista se sumen no sólo intelectuales sino obreros y campesinos; y esperamos que la publicación toque los más disímiles temas, haga propaganda, agite, y que las enseñanzas deducidas de las peleas de unos lugares sirvan de modelo o acicate en muchos otros sitios.

Aunque la totalidad del Partido ha de preocuparse por la circulación y venta de nuestra "Bagatela", conformamos una red de distribución, responsable de colocar los números, recoger los dineros y consignar los giros por los canales definidos. La cantidad será inicialmente de 20.000 unidades de ocho páginas, que iremos incrementando, unas y otras, según el interés de los artículos y el cumplimiento de los compromisos. Su precio para el lector se ha fijado en $300, única forma de garantizar una reproducción regularizada y con medios cada día más adecuados. Seguramente habrá modificaciones a lo dicho, pero éstas corresponderán al buen sentido, a los avances alcanzados y a la pericia cosechada.

De todos modos la meta ha de ser la de suministrarles a los desposeídos y oprimidos una herramienta idónea en sus desvelos por la emancipación de clase.

 

FRANCISCO MOSQUERA

Secretario General del MOIR


 
 
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