MOIR Unidad y Combate
10. ¡QUE EN ESTA CAMPAÑA AVANCE LA LUCHA
POPULAR!
Editorial "TRIBUNA ROJA", No. 11, febrero 28 de 1974.
El presente debate electoral, que culminará el 21
de abril, no está destinado a suscitar cambios considerables en la
vida política del país, o al menos no se ve por dónde
los pueda producir. Debido a eso precisamente, la Unión Nacional
de Oposición está obligada a hacer un esfuerzo supremo para
desenmascarar la tramoya de las clases dominantes que tienen, mediante la
"vía democrática", garantizada en buena parte la
continuidad del régimen paritario oligárquico.
LA OLIGARQUÍA CONTINUARÁ EL FRENTE NACIONAL
Hace más de dos años, Mariano Ospina y Alberto Lleras propusieron la designación de un candidato presidencial único de la coalición oficialista; sin embargo, las crecientes contradicciones, tanto de la sociedad colombiana como dentro del liberalismo y del conservatismo terminaron por imponer candidatos de partido en las filas de la reacción. La derrota de la propuesta de los jefes naturales del Frente Nacional no ha significado realmente un rumbo diferente en la estrategia de los partidos tradicionales. La alianza burgués-terrateniente proimperialista, base del régimen de explotación y represión al pueblo colombiano, que se expresa en un aparato estatal bipartidista, de "responsabilidad compartida", es de la esencia misma de los programas de los dos candidatos, el señor Gómez y e1 señor López. Ambos adquirieron el compromiso en las respectivas convenciones de sus partidos, de que, una vez definido el presidente en abril, fuere el que fuere, procederían a pactar entre sí la coalición de gobierno, paritariamente, según la actual Constitución. Lo que podría señalarse entonces como cambios de la política de las clases dominantes, dos candidatos en lugar de uno y el fin de la alternación presidencial, no es más que un aspecto formal.
La cuestión de fondo en esta campaña electoral es que, a pesar de haberse cumplido los dieciséis años del Frente Nacional, la oligarquía colombiana está empeñada en prorrogar este régimen con todas sus consecuencias, aprovechando el "sufragio popular" sin importarle las promesas que haya hecho en el pasado ni lo que ahora estén pensando las inmensas masas expoliadas y perseguidas. Esto es lo que primordialmente deben entender las fuerzas revolucionarias previendo el desenlace de la presente situación, y si aspiran a orientar correctamente los sectores populares a los cuales llegarán a través de la participación en la batalla, electoral.
LA REVOLUCIÓN NO SE CRUZARÁ DE BRAZOS
Comprender lo anterior es mucho más necesario si se tiene en cuenta el giro tomado en los últimos meses por este debate electoral que lleva ya tres años largos. Álvaro Gómez y Alfonso López se han ingeniado la, manera de rematar la campaña en tal forma que sus candidaturas aparezcan como dos alternativas contrapuestas, entre las que habrán de escoger sin remedio los colombianos todos; inclusive llegan a la pretensión de repartirse las simpatías de los otros dos movimientos de importancia, la ANAPO y la UNO. En relación a la Unión Nacional de Oposición, López en varias oportunidades ha resaltado que ésta dizque se inclina por el triunfo de Gómez, porque "un experimento liberal, de conquistas sociales, obtenidas pacíficamente, alejaría, como ya ocurrió en el pasado, la inminencia de una revolución radical y vio1enta". Por otra parte existe también la consideración, y hace carrera soterradamente, de que con la "democracia de López", los revolucionarios podrán organizarse y avanzar en un clima de ciertas garantías. Pero las fuerzas revolucionarias no deben caer, no caerán, en la trampa de escoger qué le conviene a la revolución, si la victoria de uno u otro delfín. Escoger en este caso o hacerse el de la vista gorda para que las masas escojan tranquilamente, sin la interferencia de una lucha electoral revolucionaria, esclarecedora, resultaría el más repugnante oportunismo. El papel de la revolución no ha sido en ningún lugar del mundo el de cruzarse de brazos a esperar quién del bando contrario le ofrece las mejores condiciones, sea por error o por generosidad, para salir triunfante.
Las perspectivas que presenta el régimen bipartidista con el aumento constante del costo de la vida y de la explotación progresiva de los monopolios internacionales y sus intermediarios, es el de un recrudecimiento de las medidas represivas, por encima de la voluntad y de los supuestos buenos deseos, si se quiere, del próximo presidente.
Las oligarquías liberal y conservadora que han gobernado a Colombia, unas veces pugnando entre sí y otras aliadas, hace más de setenta años que están de acuerdo en una cosa: en entregar el país a la voracidad y al "amparo" del imperialismo yanqui. Desde entonces, y utilizando sin escrúpulo cualquier pretexto han adoptado la represión política y el anticomunismo como sus armas predilectas para perpetuarse en el poder.
LAS SECUNDARIAS DIFERENCIAS DE GOMEZ Y LÓPEZ
Cierto es
que a pesar del entendimiento hay diferencias entre los candidatos de los
partidos tradicionales. Pero estas son secundarias.
Se refieren más a la manera de cómo preservar mejor, no sólo
los privilegios del imperialismo, sino de las clases explotadoras colombianas
que se benefician del ignominioso sistema que mantiene esquilmado al país
y sometido al pueblo. Las diferencias entre ellos son transitorias, mientras
el entendimiento es necesario y permanente. Álvaro Gómez es
el candidato más agresivo y recalcitrante. Hace la defensa directa,
descarnada, de los planes del capital internacional y de sus agentes criollos.
Gómez busca así el apoyo de las fuerzas más reaccionarias
y antipatrióticas. Alfonso López apoya también los
planes de la reacción, en lo económico y en lo referente al
tipo de gobierno antipopular y dictatorial que requiere un sistema neocolonial
como el que impera actualmente en Colombia; pero a la vez pretende aparecer
como un candidato ecuánime, de inclinación democrática,
enemigo de los "delitos de opinión". En esta forma López
persigue el respaldo mayoritario de las masas asustadas por las declaraciones
de su futuro "socio conservador, y a la vez agradar a quienes en fin
de cuentas definen las elecciones y los demás asuntos en esta democracia
colombiana: los grandes poderes económicos de afuera y de adentro.
Indudablemente que al exjefe del MRL le ha costado mas trabajo convencer de sus buenas intenciones reaccionarias que al hijo de Laureano Gómez. El excanciller y exgobernador no ha ahorrado un solo esfuerzo en busca de sus objetivos, desde intrigar la Gran Orden Piana papal que lo purifica de todo pecado, hasta sus reiteradas declaraciones a favor de los ganaderos, de los cafeteros, de los constructores, de los exportadores e importadores. Y para colmo, ahí está su reciente viaje a los Estados Unidos donde, desplegando su talante obsequioso, López dio personalmente cuantas seguridades exigían los inversionistas yanquis. Ya no le queda al hijo de López Pumarejo demostración a que no haya recurrido para probar que ante todo es un hombre práctico, de negocios, y que su afición por el derecho constitucional termina donde comienzan las providencias del "binomio Corte Suprema de Justicia-Fuerzas Armadas".
El meollo
del programa alvarista es el "desarrollismo" y consiste en que
primero hay que "aumentar la riqueza de los ricos para luego repartirla",
fórmula aprendida del régimen brasileño, vanguardia
de la, penetración norteamericana en el continente. El programa lopista
se fundamenta en una política de "ingresos y salarios"
importada de la misma fuente originaria, pero con la modalidad de que "un
desarrollo integral no se mide en frías estadísticas, sino
en signos de bienestar colectivo". Estas son las formulaciones
económicas de los dos candidatos. El uno dice: primero "desarrollo"
y luego "distribución’; el otro refuta: "desarrollo"
con "justicia social’’. Pero, ¿cuál es el
medio que proponen Gómez y López para realizar sus propuestas?
Es uno solo, la necesidad y urgencia del capital extranjero. Además,
ambos están íntimamente identificados en que no se le debe
tocar ni un pelo a la gran burguesía ni a los grandes terratenientes,
soportes de la dominación imperialista.
Gómez sostiene sin ambages que la inflación y el aumento de
los precios son beneficiosos para el país. López ha tomado
la divisa de la lucha contra la carestía; sin embargo, en los últimos
días ha llegado al convencimiento pastranista, de que la inflación
es incontrolable porque es mundial y que es imposible mantener los llamados
"precios políticos", que hay que permitir la nivelación
según la oferta y la demanda, es decir, abrir las válvulas
a la especulación y al encarecimiento. En esto, como en el resto
de temas de preocupación actual, el candidato de la esperanza, ha
resultado ser el más oportuno y eficaz de los voceros de la ANDI,
la SAC, FEDEGAN y de los cuatro o cinco grupos financieros, que, como lo
reconoció excepcionalmente "El Tiempo" el primero de febrero
pasado, controlan la economía, de Colombia.
Tal vez la diferencia más notoria entre Gómez y López sea la de que mientras aquel manifiesta descaradamente que se deben centuplicar los privilegios de los monopolistas, de los terratenientes y el imperialismo, éste, como buen liberal, se esmera en velar el mismo propósito, verdadera inspiración de su programa de gobierno.
Del cinismo de Gómez se ha dicho con razón que no va más allá del fascismo de Garrastazú Médici, el gorila del Brasil, pero del democratismo de López se puede afirmar sin injusticia que no supera la sumisión de Bordaberry, que ha sabido acomodarse "constitucionalmente" a las demandas de los gorilas de Uruguay.
DESENMASCAREMOS LA FARSA DE LA REACCIÓN
La farsa es completa. Las oligarquías colombianas han utilizado el bolillo, la metralla, los consejos de guerra, las cárceles y el resto de medios violentos para mantener "en orden" a Colombia como neocolonia de los Estados Unidos, paraíso de granujas y vendepatrias e infierno para trabajadores y gentes honradas. No obstante, los candidatos de esas oligarquías se presentan como los portaestandartes de la paz, de la convivencia, de la concordia; y la disputa electoral la adelantan con todo el bombo de una gran contienda democrática en la que el pueblo colombiano tendrá que decidir entre dos hidalgos caballeros, miembros de ilustres familias, decentes, tolerantes, el uno que promete aplastar la revolución y el otro que promete impedirla.
Es contra toda esa comedia que las fuerzas revolucionarias se deben levantar en el combate electoral para desenmascararla y, con ella, a todas las tendencias intermedias y oportunistas que, como la ANAPO, buscan su ajuste dentro del sistema y aún dentro del próximo gobierno, según el resultado de las urnas y los correspondientes malabares de interpretación constitucional.
A la Unión Nacional de Oposición le corresponde contrarrestar el empuje de la reacción, no en el sentido de que pueda modificar la situación en su conjunto, sino desde el punto de vista de que es la única fuerza capaz de presentar en medio de la confusión y de la conmoción reinantes una alternativa diametralmente opuesta a la de las clases opresoras. La UNO es el único movimiento político que en la contienda electoral pregona la verdadera democracia que reclama nuestro pueblo. La democracia por la que lucha el pueblo colombiano no es la democracia liberal que ha perpetrado con el conservatismo los peores crímenes en beneficio de las minorías explotadoras, y a la cual, además, habría que agradecerle, según López, el que nos haya dejado participar en las elecciones a los comunistas. La auténtica democracia será la conquistada por la clase obrera y el campesinado, con el apoyo del resto de fuerzas populares, los pequeños y medianos comerciantes e industriales, los intelectuales, los estudiantes, la democracia popular que liberará al país del yugo extranjero y dará dignidad a la República. Esta es la democracia que implantará la revolución, y nada tendremos que agradecer a López, como tampoco a Gómez, a no ser que el candidato liberal en un arrebato de ingenuidad, crea que el país debe gratitud a la traición y al despotismo.
EMPUÑEMOS CON FUERZA NUESTRA BANDERA
La Unión Nacional de Oposición, señala con toda claridad el camino de la prosperidad de la nación colombiana y del bienestar de las grandes masas populares, como fruto de la independencia del coloniaje imperialista, y de la supresión del régimen de explotación terrateniente y de todo monopolio que domine la vida material del pueblo. Hay que impulsar las fuerzas productivas de nuestro país, pero esto no será posible sino mediante la eliminación de los factores que las mantienen atenazadas. No habrá desarrollo en Colombia mientras nuestros recursos naturales y el trabajo de los colombianos sirvan para enriquecer al imperialismo yanqui y a la minoría antipatriótica que lo sustenta. La UNO viene sosteniendo que el desarrollo del país no sólo no es contrario al cambio revolucionario profundo que pide a gritos la sociedad colombiana, sino que es su condición fundamental. Por eso exigimos las reivindicaciones de la nacionalización de los recursos naturales y de los monopolios así como una auténtica reforma agraria que confisque los latifundios y reparta la tierra entre los campesinos trabajadores. Este es el único camino para alcanzar un desarrollo verdadero, autónomo, y conquistar el bienestar de las mayorías colombianas, sin las tribulaciones de la carestía, el hambre y la miseria. Sólo un cambio de tal naturaleza, podrá poner fin al actual estado de caos económico, desbarajuste, corrupción e inseguridad social en que se debate nuestra patria.
Por ahora, frente a la farsa de los opresores, agitaremos durante la campaña nuestras tesis y programas para que las masas los vayan haciendo suyos, y, en un día no lejano, los materialice revolucionariamente en un nuevo Estado, en que el poder real descanse en la alianza de los obreros y campesinos y el resto de fuerzas populares y patrióticas.
Mientras más confusión haya, más altivamente empuñaremos nuestra bandera. Explicaremos nuestro programa revolucionario, allí donde podamos hacer una manifestación, un mitin, una reunión de vereda o de barrio. Combatiremos las falsas ilusiones propagadas por la reacción de que con Gómez o López habrá mejores condiciones para el cambio que anhelan los colombianos. Alertaremos a los sectores más avanzados del pueblo sobre las grandes contiendas que se avecinan, porque cualquiera que sea el resultado de abril, vendrán días muy difíciles, la carestía será mayor de lo que fue el último año, el hambre acosará como nunca los hogares de las familias pobres, el saqueo yanqui del país llegará a límites intolerables, el descontento será reprimido por la fuerza. La clase obrera tendrá que salir a luchar sin tregua por el aumento de sus ingresos reales; los campesinos se verán obligados a exigir enérgicamente tierra para trabajar, créditos baratos y condiciones favorables de mercadeo; los estudiantes a retomar la iniciativa y pasar a la ’ofensiva para rescatar sus derechos pisoteados, y los pequeños y medianos productores y comerciantes, sin otra esperanza, también saltarán a la palestra en defensa de sus empresas y negocios amenazados por la ruina. Si la explotación aumenta, como indudablemente aumentará, el pueblo multiplicará la resistencia y reivindicará sus más elementales intereses y las aspiraciones de la nación entera.
REDOBLAR ESFUERZOS Y AFIANZAR LA UNIÓN
La culminación exitosa de esta batalla requiere aún muchos esfuerzos por parte de todos los destacamentos de la Unión Nacional de Oposición. Ha habido considerables avances en cuanto organización y agitación. El plan de giras de nuestro candidato, compañero Hernando Echeverri Mejía, se desarrolla satisfactoriamente; sin embargo, nos quedan bastantes puntos por cubrir. No sólo en el frente interno donde es definitivamente indispensable cerrarle el paso a las tendencias sectarias para estrechar la unidad y mejorar las tareas, sino en el frente externo, en el cual, ante el envión final de los partidos tradicionales, es preciso que la respuesta de la oposición revolucionaria se haga sentir llevando nuestra actividad redoblada a todas las clases y capas del pueblo colombiano. En relación con el sectarismo, vale la pena decir, a manera de ejemplo, que existen a estas alturas departamentos donde no ha sido posible configurar comandos conjuntos de la UNO ni adelantar el trabajo unificado, lo que, desde luego, debilita nuestras posibilidades en todo sentido. Estas anormalidades deben ser corregidas inmediatamente.
Como un paso positivo en la cohesión de la unidad, se destaca el entendimiento logrado en la Unión Nacional de Oposición sobre la necesidad de confeccionar listas únicas y conjuntas en todos los departamentos. Para este acuerdo fue favorable el viraje dado por la dirección del Partido Comunista, que en un comienzo sostuvo la tesis de listas separadas, pero que desde diciembre ha venido defendiendo la urgencia de listas unificadas a todo nivel. El MOIR ha saludado como adecuada esta determinación. Era evidente que, con listas separadas para las corporaciones públicas, el frente electoral de izquierda se veía menguado para conquistar aquellas posiciones a las cuales puede aspirar conforme a la real correlación de fuerzas. Tal como está planteada la situación, no bastaban, con lo fundamentales que son, los acuerdos sellados en la Tercera Convención Nacional de la UNO sobre la plataforma electoral de lucha que, en el caso del MOIR, recoge aspectos básicos de sus postulados programáticos revolucionarios, y sobre la persona que en la actual coyuntura política, en su condición de candidato presidencial, tiene el encargo, como ninguna otra, de velar por la agitación y difusión de dicha plataforma, el compañero Hernando Echeverri Mejía. Había que afianzar estos acuerdos y concretarlos en planchas unitarias.
Los criterios, justos por cierto, de los que se partió para discutir la conformación de listas conjuntas, fueron los de tener en cuenta el desarrollo en particular de los distintos movimientos aliados y el de respetar los actuales cargos electorales de cada uno de ellos. La ulterior composición de las listas será el resultado de la aplicación de tales criterios en el curso de las negociaciones. Este nuevo compromiso obliga a las fuerzas que integran la Unión Nacional de Oposición a adelantar el trabajo más coordinadamente, a deponer las posturas sectarias, a luchar con mayor entusiasmo. El MOIR ciñe su conducta a estas directivas que consideramos de principio, procurando dar un ejemplo constructivo, de un indiscutible valor revolucionario, sobre todo si se comprende que en abril votaremos principalmente por los aliados. Durante todo este proceso de constitución y desarrollo del frente electoral revolucionario nos ha movido el convencimiento consciente de que en estas elecciones la izquierda de Colombia, dividida y enfrentada, no tendría condiciones para librar una batalla decorosa. Ante la coalición oligárquica gobernante que se empeña en prolongar el régimen paritario, aprovechando el presente debate electoral para darle una falsa apariencia democrática a sus nefastos propósitos, era absolutamente indispensable como lo dijo Francisco Mosquera en la convención de la UNO, "constituir un frente que, aunque pequeño, le pueda presentar al pueblo una verdadera alternativa revolucionaria". Por eso estamos dispuestos a seguir haciendo todos los esfuerzos, sacrificios y concesiones positivas que esta política requiera. De la manera como se trabaje, con ahínco y abnegación, de la forma como se resuelvan las contradicciones, de la UNO, derrotando el sectarismo, "sin componendas ni maniobras" y, especialmente, de la lealtad con que sepamos defender y aplicar el programa que nos unifica, de todo esto, depende el futuro de la Unión Nacional de Oposición.
El MOIR, como lo ha venido haciendo, seguirá luchando por afianzar la unión. Creemos que las fuerzas de la izquierda colombiana deben ampliar su alianza y prolongarla para las otras tareas de la revolución y no solamente para las labores electorales. Seguiremos fieles a nuestros compromisos, sin perder el rumbo ni el estilo, y seguros de que una fuerza nueva al servicio, de una causa, justa es invencible.