El fogonero

 

 

 

MOIR Unidad y Combate


16. POR EL MÁS AMPLIO FRENTE DE LUCHA ANTIIMPERIALISTA

 

Discurso pronunciado por el camarada Francisco Mosquera el Primero de Mayo de 1975, durante la concentración unitaria obrera realizada en la ciudad de Bogotá. Tomado de "TRIBUNA ROJA” No. 15, mayo 10 de 1975.

 

Compañeras y compañeros:

El primero de mayo de 1886, los Estados Unidos de Norteamérica, ya desde entonces uno de los más ricos países capitalistas, quedaron semiparalizados a consecuencia de un escalonamiento huelguístico de sus masas trabajadoras. La clase obrera que soportaba, tanto en Europa como en América, agotadoras jornadas de catorce, dieciséis y más horas diarias, venía impulsando un movimiento de amplias repercusiones en procura de las ocho horas de trabajo. Las huelgas de aquel día hacían parte de este movimiento. El capitalismo, que naciera "chorreando sangre por todos los poros de la piel" y que no ha estado dispuesto nunca a conceder a sus esclavos una sola conquista, dio por aquellos tiempos en Estados Unidos y a la vista de todos sobradas demostraciones de su naturaleza voraz y sanguinaria. El movimiento fue reprimido brutalmente. Los sabuesos del orden la emprendieron contra las manifestaciones de los huelguistas que se hallaban armados sólo del ardor de sus sentimientos y de la firmeza de sus convicciones y en Chicago la metralla homicida segó la vida de varios obreros. Posteriormente fueron encarcelados los principales adalides del movimiento por las ocho horas de trabajo, a quienes se les condenó a la horca en un juicio en el cual sus acusadores fueron a la vez sus jueces y verdugos. Los sentenciados subieron al cadalso sin haberse doblegado jamás ante sus victimarios y dejando un ejemplo de heroísmo sin par en defensa de la causa obrera. Este horrendo crimen perpetrado en nombre de la "libertad burguesa", conmovió a la opinión pública y enardeció al proletariado de todos los países.

Desde aquellos dolorosos acontecimientos hasta hoy ha pasado mucha agua bajo el puente de la historia. Ante todo, la clase obrera mantiene vivo el recuerdo de los mártires de Chicago y en su memoria ha señalado el Primero de Mayo como el día universal de los trabajadores. Hoy es la fiesta de la clase obrera, el día más luminoso de la tierra. Hoy, los obreros de Moscú y de Pekín, de Nueva York y de La Habana, de Praga y de París, de Hanoi y de Phnom Penh, los obreros de los cinco continentes, los que libres combaten y construyen en una patria libre y los que luchan por alcanzar su redención y el socialismo, se congregan como lo hacemos nosotros, levantando una sola bandera y renovando la fe en los ideales de un mundo pleno de felicidad y de esperanzas, un mundo libre de hambre, de odios y de guerras, un mundo nuevo sin amos ni señores, que proscriba para siempre la explotación del hombre por el hombre y emancipe a la humanidad entera.

Desde cuando Carlos Marx y Federico Engels pregonaron por primera vez su consigna “Proletarios de todos los países, uníos", se han presentado profundas transformaciones revolucionarias. La constante histórica ha sido el desarrollo continuo de la lucha revolucionaria del proletariado que, superando mil obstáculos, marcha sin cesar hacia adelante elevando su conciencia, fortaleciendo sus partidos revolucionarios, estrechando entre sí sus lazos internacionalistas y golpeando a sus enemigos permanentes y ocasionales. El auge del capitalismo de libre competencia hace mucho tiempo quedó atrás y se convirtió en un capitalismo imperialista, desahuciado, que depende para su existencia cada vez más de la explotación de sus colonias y neocolonias. Siempre que los países imperialistas han hecho la guerra o se han comprometido en aventuras para atajar el avance revolucionario de los pueblos han perdido terreno. Al final de la Primera Guerra Mundial, en 1917, estalla en Rusia la Revolución Socialista de Octubre que inaugura toda una época, la época de las revoluciones socialistas. En la Segunda Guerra Mundial el ejército soviético derrota al ejército nazi y colabora a la independencia y al triunfo del socialismo en varios países de Europa Oriental y en Asia se suceden la Revolución China, que vincula al sistema socialista una cuarta parte de la población mundial, y las revoluciones del Norte de Corea y del Norte de Viet Nam.

El imperialismo norteamericano que llegó a su máximo apogeo después de la última conflagración mundial y extendió su dominio hegemónico a casi todo el globo, se retuerce en medio de una crisis aguda y el filo de los movimientos de liberación nacional de Asia, África y América Latina amputa sin piedad sus tentáculos de pulpo explotador. En nuestro continente, Cuba, a sólo noventa millas de Estados Unidos, arrojó a los imperialistas norteamericanos de su suelo y se proclamó el primer país socialista de América. Y ahora en el sudeste asiático, los pueblos del Viet Nam, Camboya y Laos, que contabilizan más de cincuenta años luchando primero contra los colonialistas franceses y japoneses y luego contra los intervencionistas norteamericanos, están a punto de alcanzar una victoria total en Indochina. Las Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Camboya tomaron la capital camboyana el pasado 17 de abril y sus dirigentes anunciaron desde Phnom Penh que la nueva república será no alineada y neutral, y establecerá relaciones con todos los países según los principios de coexistencia pacífica. En el día de ayer se supo la jubilosa noticia que el reducto del gobierno pronorteamericano de Saigón había capitulado y que las Fuerzas Armadas Populares del Sur de Viet Nam habían ganado su prolongada y justa guerra de salvación nacional, con lo cual ha quedado abierto el panorama para la reunificación pacífica de todo Viet Nam. En Laos las Fuerzas Armadas Populares estrechan el cerco al estado mayor reaccionario y su triunfo definitivo está cercano.

En Indochina fracasaron todas las estrategias de los Estados Unidos: la guerra especial, la guerra local, la guerra secreta de Laos, la guerra aérea del Norte de Viet Nam. Nada les valió: ni los 150.000 millones de dólares que invirtieron, ni los millones de soldados que desembarcaron, ni los miles de millones de toneladas de bombas letales que arrojaron sobre la población civil, ni los sabotajes, ni el napalm, ni los genocidios, ni los treinta años de ardides y argucias diplomáticas. Nada pudo quebrar el espíritu de lucha de estos pueblos que desean vivir y trabajar en paz, pero que son profundamente celosos de su soberanía, su neutralidad, su integridad territorial, su honor nacional, y que no están dispuestos a aceptar ninguna injerencia en sus asuntos internos. En Indochina ha quedado demostrado una vez más que un pueblo por pequeño y atrasado que sea puede defender triunfalmente sus derechos a la autodeterminación nacional y puede vencer a la potencia más poderosa de la tierra, siempre que se decida a hacerlo, empuñe las armas y persista en una línea correcta.

El frente de combate de los movimientos de liberación nacional de Asia, África y América Latina, principal frente de la lucha antiimperialista, se agiganta y le imprime una dinámica, un empuje y un vigor jamás conocidos al desarrollo de la revolución mundial. Mientras los revolucionarios de todos los países se regocijan de esta situación, los imperialistas y sus aliados contemplan con angustia el curso de los acontecimientos. Pero a quien más vivamente le entusiasman las victorias alcanzadas por las naciones coloniales y neocoloniales es a la clase obrera, cuyo día estamos celebrando, porque el proletariado internacional comprende plenamente que los triunfos de los movimientos de liberación nacional del Tercer Mundo no sólo despejan el camino hacia el socialismo en los países atrasados y contribuyen a la lucha emancipadora de los obreros en las repúblicas capitalistas, sino que son un insustituible apoyo a la consolidación del sistema socialista mundial.

¿Cuál es la ubicación y el destino de Colombia en la actual coyuntura internacional? Colombia está ubicada entre los países del Tercer Mundo y su destino es aprender de ellos y acompañarlos en el venturoso sendero de la liberación. Pero la revolución colombiana no está tan adelante ni ha tenido una trayectoria como la de la revolución indochina. A pesar de que la dominación del imperialismo norteamericano sobre nuestra patria lleva tres cuartos de siglo y de que las fuerzas populares han librado muchas y perseverantes batallas contra los opresores extranjeros y sus lacayos colombianos, nuestra revolución se encuentra aún dispersa e incipiente. La dominación imperialista se ejerce en todos los terrenos: en el económico, en el político, en el cultural y en el militar. Nuestros recursos naturales renovables y no renovables son saqueados sin tasa ni medida, todas las principales ramas industriales están controladas por los inversionistas norteamericanos y el país ha sido obligado, a través de gobiernos manejados desde Washington, a suscribir acuerdos y a participar en organismos contrarios al interés nacional como la Organización de Estados Americanos y el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca. Esta dominación tan larga y tan costosa tiene sumida a Colombia en una crisis crónica de atraso y de miseria, de la que sólo se favorece una minoría privilegiada de grandes burgueses y grandes terratenientes intermediarios de los monopolios, a tiempo que las inmensas masas populares padecen los flagelos del desempleo, del hambre, de la insalubridad, de la incultura, de la explotación.

Por eso las luchas y los objetivos de clase del proletariado perseguido y expoliado, del campesinado sometido al doble yugo de la explotación imperialista, y terrateniente, de los pequeños y medianos productores amenazados por la ruina, del estudiantado y de la intelectualidad patriótica, se entrelazan y se confunden en la suprema lucha y en el supremo objetivo de liberar a Colombia de la dominación extranjera, causa principal y determinante de todos los males del pueblo colombiano. Sólo mediante la conformación del más amplio frente de lucha revolucionario, integrado por todas las clases, capas, sectores y personas que en una u otra forma sufran o les indigne la opresión imperialista, podrá nuestro pueblo derrotar a sus tradicionales enemigos y construir una patria soberana, independiente, próspera, y en marcha al socialismo. El primer deber de los partidos revolucionarios y de los patriotas sin partido en Colombia es combatir con denuedo para levantar las talanqueras, destruir las falsas murallas, desbaratar todas las vacilaciones que se interponen artificialmente a la construcción de ese frente único de obreros, campesinos, pequeños y medianos productores y comerciantes, estudiantes, intelectuales, artistas, personalidades democráticas y que excluya y aplaste a los imperialistas norteamericanos y al puñado de advenedizos vendepatrias que le sirven de sostén y han mancillado el honor y la dignidad de la nación colombiana.

Empecemos con una lucha unitaria contra, el mandato de hambre, demagogia y represión de Alfonso López Michelsen, que ha recogido la peor herencia de los viejos regímenes liberal-conservadores. En el pasado debate electoral la Unión Nacional de Oposición advirtió que un gobierno lopista no significaría ningún cambio favorable para el pueblo colombiano. Nueve meses lleva la actual administración y ya presenta un balance negro: ha colmado de más y mejores garantías a los monopolios extranjeros, a la banca y corporaciones financieras, a los terratenientes; ha aumentado las cargas tributarías al pueblo y elevado escandalosamente el costo de la vida; ha autorizado despidos masivos de trabajadores de las empresas; ha derramado sangre inocente de campesinos, indígenas, obreros y estudiantes. Y el señor López, que hablaba de que en su gobierno no habría "delitos de opinión", viene montando una bien orquestada campaña contra las manifestaciones de descontento popular, dirigida a establecer el estado de sitio y demás medidas represivas no sólo para facilitar el alza de la gasolina y del resto de derivados del petróleo, por orden de las compañías norteamericanas, sino para acallar la voz de las organizaciones y publicaciones de izquierda.

Pero los reaccionarios son torpes, no aprenden del desarrollo histórico y están condenados a escarmentar en cabeza propia. Siempre han creído que la tormenta revolucionaria podrá aplacarse sacando de la escena a unos cuantos agitadores; y con esa estratagema pretenden engañar al pueblo. Sin embargo, no logran más que engañarse a sí mismos, hasta que la ira huracanada de las masas arrase los cimientos de la vetusta sociedad y los triture o los expulse disparados de sus palacios como a Lon Nol en Camboya, como a Batista en Cuba. Los triunfos de la revolución colombiana y de la revolución mundial serán inevitables. Sobre los escombros de los imperios explotadores caerá el polvo de los siglos, y las tumbas de los mártires de Chicago seguirán eternamente florecidas.

 

 
 
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